Cdad. Bs As., Buenos Aires, Argentina
Paciente estudiante o inquieto, músico en progreso o en decadencia, escritor amateur o poco profesional, mujeres en receso o en recreo

14 noviembre 2007

Ellos

Ella, el, ellos,
nietos del vivero de los uras.
Sabrosos recitales de literas
con sinusoidales líneas de pudor.

Listones en el vacío con
libres límites inferiores de sonrisas.
Las calles en su dimensión
que pedregosas se marchitan al tiempo.

Los otros, las costras de la vida.
Los silbidos de hervor y alarmados
detrás de vidrios resquebrajados
sin cortinas y abiertas al corte inmediato
de un peligro ulterior.

Sin más, ellos, destiñen sus párpados,
con sales del corazón,
con las coquetas pestañas intermitentes
que se extrañan mutuamente.

Detrás, los cielos abiertos,
las nubes envidiosas y negadas
del agua y tormentas.
Los vuelos fuera de término
se han acabado y ahora,
es tiempo de despegar a lo eterno.

El tiro que esta cargado,
es un blanco premeditado en la ilusión
del que siente los pasos fuera,
dentro y cercanos a los árboles.

Las hojas están holgadas y,
ahogadas se marchan las ramas
hacia el suelo, se tapan con su manta
de tierra y barro
y duermen hasta el próximo leñador.

Ella, él, ellos, fueron invitados
al solemne acto,
donde desfilaron dos miradas
y definieron sin punzadas
la liviana sonrisa de amor.

14 octubre 2007

Lamentos suburbanos

Por los costados de la ribera,
sobre las baldosas quebradas,
al lado del camino de las hormigas,
y de las olas que sesean timidonas.
Por los senderos de polvo airoso,
de lo cielos nubarrosos y quietos,
de colinas alejadas y brillosas,
por los caminos indecisos.

En los pastos altos, en las alturas,
sobre el tallo, está la abeja.
En los bajos, por sobre el calor,
está la serpiente semi durmiente.
Con los ronquidos de la media tarde
y los espasmos de las nubes,
con el sol agujereando lo carriles
por dos se mueven los rayos,
las luces eternas y lo equilibrios.
Con la humedad que acaricia
y las piedras que salpican,
que manchan de sudor en la camisa
y en la cornisa del cuello.
Las mangas desdichadas
y los botones que gotean.

Ya no respira la cortina,
con la ventana abierta y el viento.
Ya no se caen los papeles
cuando filtra la brisa matutina.
Sólo el polvo se emana y
hierbe por el calor humano.
Asciende hacia el cielo y los ojos
acompañan su viaje.

Los viejos tirantes del cortinado
boquiabiertos se traban y no pueden caer.
Las manos sudosas secan
y los llantos lastimosos cesan.

02 octubre 2007

La multitud

En las alturas de la senda
y sobre los pastos altos, levitando,
cuando te posas en la ventana de un baño,
en el campanario de la iglesia,
en el descanso de escalera,
entre las líneas de la calle,
cuando el semáforo está en rojo,
estas separado de la tumultosa muchedumbre.

En el invierno resquebrajante
o sobre la superficie arenosa del sol,
en los conductos callejosos
o en la madrugada de la gran avenida,
en los árboles del parque cerrado
o en tu cabeza mirando al cielo estrellado,
es la soledad escapista de tu propio cuerpo .

Sustentos de cristal,
capitales del azar,
animales ciegos y sin tacto,
lentos ropajes de asalto.
Letrinas y estantes,
calibres temblorosos,
modos simples de pensar
en la cantidad desmesurada
de humanindad derrumbada.

Pasos que se duplican
y felicitan a sus perseguidores,
temores y soles abrazados
con órbitas descalzas
y solapas en sus arduos brazos.

Ligeros sabores, libros,
salón de miles de escaleras,
peldaños antiguos,
ruidos de quiebres
de cadenas imaginarias,
nada de temer a la maquinaria,
a la que mueve tu asma,
tu alma y tu silabeo.

Tumultos, demasiadas huellas
que seguir y entender.
Insultos a la intimidad y
dibujos borrosos y milagros,
sales de azucar
y sales sin pensar,
solo corres y pierdes
contra la inmensa masa,
la manza que no se mueve
pero te sumerge y adhiere
como si estuvieras de acuerdo
a ser un tumor del tumulto.

19 septiembre 2007

Composición susurrante - Undécimo

He decidido tocar un piano sin teclas
y pararme sobre la tapa
para sentirlo vibrar dentro mío.
He decidido tirar lágrimas sobre las hojas,
si las había, y convertirlas en sombras,
en manchas e interpretaciones distintas.

He decidido dar mi concierto por los sueños,
cuando solo puedan escucharme
sin que yo pueda verlos.
Porque me intimidarían los aplausos
a una música que no compuse queriendo,
ni que la pensé cantando.

No he decidido aún que hacer con los borradores
de la composición comenzada.
No se si archivar notas añejas
o crear otro lenguaje de símbolos abstractos.
No se si comprar lápices de punta fina
para dejar el mínimo detalle de los actos
o un trazo grueso que me permita
ser dudoso de a ratos lujosos.

No he decidido que hacer con los destinatarios
ya que he reducido el público
a un propio estuario,
existente sólo cuando no estoy.
Pero no debería ser tan ingrato,
ya que ellos han valorado la composición
y ancían con ancias escucharla alguna vez.

He decidido llamar a los ladrones
para que roben a destajo lo que encuentren,
y ver cuan valiosos eran los pentagramas.
Por desgracia, se llevaron mi plata,
unas cadenas que parecían de oro,
pero ningun hoja rayada de cinco
ni garabateada con espacios
y anagramas chinos de música.

He decidido apelar a la ignorancia popular
acerca de los sentimientos,
y llamar a los ladrones para insultarlos,
depurarlos y amedréntarlos
con rugidos feroces, ya que,
si era todo tan valioso,
debían haber visto lo más importante,
llevárselo y venderlo en los mercados.

No he decidido aún de que se trata
el próximo llamado, ya que al parecer,
no es tan importante como para mi
los solfeos melódicos registrados.
No he decidido porque sin darme cuenta
ya había intentado mojar las hojas
y no creo que alguien entienda,
ni tenga inteciones en tratar de comprender
las melodías ahora desdibujadas.

A partir de una foto disparadora en www.fotolog.com.ar/lutoms

El susurrador - Un décimo susurro propio

Hondo de trasfondos
rojos de fu
ria de solución, í.
Obtusos colapsos
algunos retazos deshojados
de la luna y la noche.

Olgar lo pasmo
lo espiral y solo marrón
manchar el haz de estrellas.
Dos colmillos sangrados
y portezuelas golpeadas.
Hundid en bajos fondos.

Los coros de los árboles
que de coplas saben mas que yo
y de solos sueltos y cabizbajos
se lamentan por mi cuello
que se quebró, colgando mi pelo,
soltando el peso contra la espalda
y la presión de la corteza.

Un espectro sin sensaciones
y colores en blanco y negro.
Fotos rasgadas y lentos vientos.
Folios vacíos y etiquetas sin contenido.
Caminos sinuosos
hasta el barranco
y una escalera sin pasamanos
hasta la orilla y el camino
de salida.

13 septiembre 2007

El vuelo - Siete historias mínimas

VI

En el horizonte del pasillo se entiende que solo cabe una idea: la cabina. Entre medio, cientos de nubosas cabezas descolgadas y innumerables cabezales cuadrados. Quien sabe lo que se esconde debajo de las cabezas, pues los asientos tapan todo.
Un laberinto entre cueros. Al fondo se aprecia una mujer de pelos ligeros, donde su corteza se deja ver entre algunos lunares. Se menea de derecha a izquierda y siempre recive como respuesta niños risueños. De repente, el niño de al lado del pasillo, pasa fugazmente al otro lado, al asiento de enfrente, y caen dos zapatillas hacia el pasillo. Se desatan de sus agujeros dominantes y se unen en un par inquebrantable, que comienza a caminar en un solo paso hacia mi.
Ya imagino el descenlace, pero por suerte, un señor saca su zapato extra large y detiene al par. Se aprecian sus gordos dedos tomando a los gémelos pares del niño, dos mechones de cabellos que van hacia el piso. Se detiene un instante y desaparece por fin mi peligro. Me quedo mirando tras su asiento y enseguida quedo atónito ante el niño que salta, que sobresale en espamos por sobre su lugar y golpea contra el techo del avión. Es increible que nadie lo observe, nadie lo ayuda. El hombre de los dedos gordos se ha hundido y quiza duerma, por lo que nadie podrá ayudar a ese niño.
Al cabo de tantas subidas, se escurre el chico tras su remera y cae, dejándola en el aire. La remera se aleja de él y toma poseción del par extraviado, que comienza a caminar por el techo. La remera se flamea y comienza a absorver de los asientos distintos prendedores, hasta que en un momento, el peso de todos estos, la hace caer. Se escucha un gemido y las zapatillas tiemblan. Una mujer se inclina y mira asombrada. Abre el espacio del cuello y queda hipnotizada con su mirada quebrada hacia abajo.
El avión cae en un bache, y se desestabiliza la mujer, hacia el piso, y la remera con zapatillas hacia mi. Me tapo los ojos, pero es tarde. Es pura imaginación entonces lo que pueda detener el ojo invisible tras este suceso.
Si acudiera a mi mente real y construyera imágenes basadas en mis pautas de aprendizaje, entonces todo sería muy normal. Sin embargo, no creo en mi mente real, creo en mi mente irreal, que construye y destruye posiblidades sin ningun tipo de causantes ni consecuentes. Sería la única manera de librarme de tal acoso.


V

A las 5.55 partía el vuelo con rumbo cercano. Solo que la lejanía residía en ese ser querido, a cual se lo acompaña por rutina, pero en medio de melancólicas horas y un amanecer a orillas del río, frente al aeropuerto. El taxi llegó 15 minutos antes de lo pautado, y todabía las lagañas mantenían conversaciones acerca de si el agua estaba fría o caliente para esas horas. En la mesa del comedor habían dos tazas, el café sobrante del día anterior, un poco de pan y las dos sillas vacías esperando por el viajero y el acompañante de turno de salida.
Las tazas quedaron abandonadas y esperando a su regreso, pues no se podía hacer esperar al taxista tanto tiempo. Al menos, eso indicaba la esquizofrenia del viajero. Rumbo al aeroparque, comienzan a salir de los departamentos los trabajadores matutinos y la ciudad comienza a florearse como todos los días. Solo que ese día, no es un día normal. Es una despedida.
El taxi ya está casi llegando, bordeando la estación terminal de aviones. La pista de salida está justo a nuestras izquierdas, en esa curva larga. Un avión pasa por encima de la reja y nos salva de la estampida, excepto de su estruendo entre la quietud del cielo todabía azul oscuro empezando a empaparse de pequeños brillos en el horizonte.
La costumbre indica, darle la propina al chofer, entrar rápido y buscar un lugar donde retirar el ticket y hacer los chequeos. Mi cara está totalmente desencajada, y tengo la sensación de que los guardias me miran y me observan. Me dirijo al baño y compruebo tal presunción de la seguridad. Mis ojos están colorados, casi llorosos. Mientras tanto, el pasajero ya tiene su boleto y debemos esperar casi media hora al embarque.
Esto se desencadena en un café de último momento, tratando de borrar el amargo recuerdo de las tazas de casa en la mesa bajo la tenue luz de la lámpara. Por los ventanales, el sol deja de ser brillos que se filtran entre la oscuridad y se tranforma en horizonte que comienza a asomar. Por lo ventanales se ven los pesqueros madrugadores y los pescadores de oficio. Pocos, pero dos pasan por la costanera en dirección al Club de Pescadores.
El café se consume, como la pequeña charla, y la hora dice que es hora de embarcar. El procedimiento es rápido, y en menos de lo que creo, estoy afuera del aeropuerto, buscando la parada del colectivo para volver. Pero la imagen que ofrece la costanera es sin igual, e invita a quedarse dormido en un banco, bajo el frío aire del río y su pequeño oleaje que golpea contra el muro. El sol se atrasa en salir y por eso, me detengo de espaldas a él, mirando la pista de despegue, tras las rejas, ya bastante lejano a la puerta de entrada del aeropuerto.
Los aviones se asoman uno a uno, dan vuelta y encienden furiozamente sus turbinas para tomar carrera en su visita al cielo (o intento de acercamiento). Digo, "ese es el avión". Y lo digo cada vez que pasa otro, es que son todos de la misma empresa y como saberlo. Deduzco, entonces, "es ese, a este lugar viajan muchas personas" y me detengo a observar el movimiento del segundo en la fila, esperando por zarpar. Miro cada ventanilla y busco desesperadamente en cada mini asiento, trato de ubicar al pasajero. Todos parecen serlo, pero si fuera alguno, me dirijiría un saludo de manos. Esto no ocurre y veo como el avión se esconde tras el edificio mayor, y luego aparece por encima de él, ya despegado de la tierra y en dirección al río.
No tengo opciones y por ello, decido volver a la costanera, dar vuelta simplemente mi espalda. Allí esta, el amanecer tibio, magenta sobre las nubes que se posan sobre el agua. Lento, lo miro, lo siento y saco fotos con mis ojos. Pestañeo sin flash y me siento en un banco al lado del muro. Me asomo y veo el agua abajo, que sube y baja. Y esto me llama, sin embargo, caigo de mi abismo interior y volteo.
Solo necesito una parada de colectivo y volver, para guardar las dos tazas solitarias en su lugar, para usarlas nuevamente, a su llegada.


IV

Al recibir la llamada, solo atinó a colgar el teléfono lo antes posible. Su voz no era la que deseaba escuchar, sin embargo tuvo que soportarla hasta que el tubo tocase la base del aparato. Tras el parlante se escuchaba la voz de aquella mujer, que por cierto nunca había escuchado por teléfono, pero que reconoció al instante por su forma de entonar. La noticia era la peor que hubiese escuchado en tiempos, justo cuando había conseguido estabilidad emocional hace dos meses con un amiga de la infancia.
Su viaje por aquellos lugares en las vacaciones le había traido unas cuantas historias de pasión. Pero la de la voz del telefóno había sido la última y más duradera. Fueron siete noches de la última semana antes de volverse. Siete noches seguidas, y pués, en tantas veces ya había perdido costumbres acerca del cuidado. Por ello, tras escuchar esa tonada en el aparato, primero se preguntó, "¿como tiene mi teléfono particular?", y luego, "esto no se oye bien". Lo intuyó al instante, lo imaginó sin darse cuenta, y antes de que se lo dijese se tomó de la cabeza.
Su pareja, que estaba allí al momento de atender el teléfono, vio su expresión, que tan solo duró un minuto. Él colgo y se quedó apoyado contra la pared, mirando el suelo y los ojos fijos en alguna baldosa imaginaria. Ella le preguntaba: ¿Que pasa, que te sucede?", y no es que él estaba shoqueado, sino que estaba pensando en que contestarle y como contestarle. Ella entendió que el estado y por ello se preocupó aún más. El rápidamente se dio cuenta de ello, aprovechó la situación, y habiendo conseguido el shock inicial, prosiguió a decir lo que no debía decir: "Ha muerto mi padre". Su padre había muerto de hecho, pero hacía cinco años. Ella no conocía mucha parte de la historia de él, ya que luego de la primaria, ella viajó con su familia a otra ciudad y se separaron. Luego se encontraron tiempo después en la universidad a la cual él fue a estudiar, dejando su casa.
"Tengo que viajar inmediatamente", le dijo. Tomo el télefono, llamo a la aerolínea y reservó un pasaje para la noche. Tomó su saco, una mochila chica con algunas cosas y se fue sin saludar, apurado. Ella entendió la gravedad y no se preocupó. Él debía regresar en unos días y seguramente se comunicaría en el transcurso de su viaje.

III

Tras 28 horas de vuelo, el hombre decidió bajarse del avión sin preguntar cuantas escalas más faltaban hasta llegar a su destino. Había descendido en 5 de las 8 escalas que tuvo. En la tercera de ellas, casi pierde el vuelo. Lo salvó su coquetería. Había dejado a una de las azafatas su anillo prometiéndole que se pondría otro igual dentro de unos años. La misma mujer fue quien recordó lo que tenía puesto justo al momento de cerrar la puerta, y puso una escusa para demorar el vuelo. Se cayo de repente llamando la atención de sus compañeras que estaban allí, adujo un desmayo, llegó una ambulancia a la pista, y la trasladaron al centro de primeros auxilios del aeropuerto. Allí se mantubo durante 20 minutos, mientras los pasajeros unos esperaban en el avión y otros decidían bajar a la zona de embarques. El piloto comunicó que tenían autorización para hacerlo y que avisarían por micrófonos el nuevo embarque.
La azafata, en la enfermería, disimulaba ahora una mejora progresiva. Tras varias reviciones de oídos, garganta, respiración, presión, pulso y cuantas cosas más, tomo unos vasos de agua, unas galletas saladas y se quedó recostada hasta el alta del jefe médico del aeropuerto.
El hombre, regresó creyendo estar retrasado, subió corriendo a embarques y si dio cuenta de que todabía se encontraban pasajeros del mismo vuelo en la sala. Suspiró, sacó un agua de la máquina de bebidas y se sentó. Como para no saber quienes eran los pasajeros del vuelo. Hacía 15 horas debía verles las caras. Los parlantes anunciaron lo esperado, tomó su saco y subió al avión. Al entrar, la azafata en la puerta lo mira y con guiño complice le extiende la mano con el anillo y le dice: "casi se olvida", a lo que él contesta "de usted no me olvido", a lo que ella responde "no, de su anillo".
El hombre en el avión se torna inquieto. Trata de dormir, pero no puede conciliar el sueño. Entonces se lanza a caminar por el pasillo, va hasta el fondo, entra al baño y se sienta un rato. A los pocos segundos alguien toca la puerta, pero él, que tenía puesta las manos en la cabeza tapándose los oídos, no lo escucha. La persona del otro lado, entiende que no hay nadie y entra. Era ella. Él levanta la cabeza al mismo tiempo que ella cierra la puerta y se da vuelta, casi instintivamente levantándose la pollera sin pensarlo. Cuando se da cuenta de su situación se encuentra mostrándole al hombre su ropa interior y se queda atónita mirándolo. Este, tambien se queda atónito, con las manos apunto de agarrarse la cabeza, o mejor dicho, dejándose de agarrar la cabeza, como si se hubiera detenido la acción a mitad de camino entre las manos relajadas y agarrarse la cabeza. El hombre entiende que ella ha entrado por voluntad propia y pues en menos de un segundo solo se para y se dirije a ella. Ella en menos de un segundo se encuentra con los brazos de él tras su espalda.
Tras varios minutos la puerta del baño se abre y ambos se asoman como si una muchedumbre estuviera para vitorearlos o abuchearlos del otro lado. Nada, las luces están bajas, adelante se ven dos azafatas casi borroneadas charlando y entre medio todas las nucas desordenadas en insonmio. Salen y el hombre se sienta en el primer asiendo vacío del fondo que encuentra. Mientras mantiene la mirada en la caminata de ella, que se une luego a la conversación de las azafatas. El sigue mirando. Al cabo de un rato, se da cuenta de que las tres dicen una frase y miran hacia atrás, y así constantemente. El avión aterriza y el baja una vez mas.

II

Estaba en la estación terminal, esperando unas cuantas indicaciones más. Por los vidrios espejados se veían ese sin fin de personas, una muchedumbre enloquecida, correteando por el gran hall. En el fondo, casi fuera del alcance del horizonte de mi vista, una chiquilla sentada en un banco, sola. Miraba para todas latitudes, con los brazos cruzados. Desde aquí no divisaba exactamente la expresión de su cara, pero su cara se movía para todos lados.
Atento a esto mas que a el altavoz, mantenía la mirada fija en aquel punto, que se esfumaba ante cada persona que pasaba de un lado al otro. La veía de a partecitas, siempre con la cabeza hacia un lugar distinto. Afiné la visión y encojí mi cuello hacia adelante, y obserbé mas detenidamente. En sus pies llevaba unos zapatitos blancos, era lo que mas se notaba desde aquí arriba. Sus rodillas estaban sucias, mas bien raspadas, y sus medias... no tenía medias. Yo tenía abrigo, y allí abajo supuse que tambien hacía frío. La muchedumbre estaba bien abrigada mas bien.
En cambio de arriba tenía un saco color verde opaco con capucha, que la tenía cubriendo media cabeza nomás. En sus muñecas habia unas pulceras, que parecían mas bien brazaletes de lo grandes que eran. Típico de niñas. Su edad no alcanzaba, supondría los diez años. Y por las dudas mejor no saberlo.
Mi cabeza estaba aún mas compenetrada tras el vidrio espejado. Sus ojos parecían bien blancos, casi sin pupilas, y estaba tratando de descifrar su expresión cuando de pronto un anciano sin bastón, pero con anteojos negros, me lleva puesto y me pide perdón mirandome a los ojos. Yo cortesmente devuelvo su pedido y rápidamente volteo la mirada hacia el hall.
La niña no está en su silla. Miro en las sillas aledañas y tampoco, quizá había perdido el sentido del punto en el espacio. Pero no, era esa silla. Empiezo a recorrer velozmente como una mira de fusil toda la sala, en zigzag y cerca, debajo mío veo dos hombres, tomándola de los brazos, y dejándola caer al piso. El refilón de balcón donde estoy y el vidrio por encima no me dejan observar mas de cerca. Hubiese sacado la cabeza para mirar mejor. Me inclino lo que puedo hasta achatar mi nariz, pero no llego a ver mas que dos hombres robustos mirando hacia abajo de donde estoy yo. Llego a divisar las manos de la niña que se aparecen por mi campo visual unas cuantas veces, como una desesperada mujer que se ahoga en el mar, sin salvavidas ni nada.

I

El avión se elevó, un lunes por la madrugada, como si nada. Bajo las infinitas estrellas y una luna que pretendía ser llena, pero ya era cuarto menguante. Su carrera hacia el cielo es una formalidad, como dentro de él, donde los discursos sobre emergencias, precauciones, prohibiciones y horarios se suceden unos tras otros.
En su posición oblicua, los pasajeros se retuercen de miedos y paranoias, hasta que por fin sienten el nivel. Los líquidos internos dan la sensación de tener algún paralelismo con el piso, y entonces todo vuelve a la normalidad.
Por fuera de las ventanillas se ve a lo lejos un leve brillo tras el firmamento, hacia el occidente. Al cabo de dos horas, el primer asiento se encuentra vacío, mientras que el resto padece de somníferos prolongados. Por el pasillo la mujer recorre sin pensar con la cabeza gacha y los ojos perdidos. La azafata se le acerca y trata de convencerla de que se siente, pero la mujer con algunos ademanes de brazos intenta decirle que se aleje. En eso, un pequeño bache en el aire y la mujer cae al piso. No se levanta y queda quieta sentada con las piernas abiertas en el suelo, las manos pesadas hacia adelante y entre medio la cabellera que cae hasta la piso. La azafata, que se reincorpora se va hacia atrás. Al rato trae a un comisario a bordo y otra azafata más, quienes la toman a la mujer del los brazos y la devuelven a su asiento, adelante.
Yo desde la mitad del avión, vuelva la mirada hacia la ventanilla. Entre medio, dos personas despatarradas durmiendo tapadas con frazadas. Tras el vidrio el cielo estrellado, y en el reflejo, los niños de mi derecha del otro lado del pasillo, que juguetean sin dormirse.

Tres lugares en mi mente

Cielo oscuro, desierto
sin textura, sin delirios,
repetitivo y un ser invivo.
Lugares remotos, repito,
ciertos mareos sin ser vistos,
celosos colores del atisbo,
centenares de sermones.
Retorcijos sin siquiera,
un acertijo que joroba y
desprende olores, fueros,
lejos en aromas repletos de
desamores y fluctuosos morosos.

Revividos en superficies
delicias y matices brillosos
decorosos y sin melancolía.
Que deja llevar en siluetas
sin resueltas desiluciones
con tiernas repetidas
perdidas limitadas y soslayadas variadas
resultantes de besos.

Calmo para el filo
el que en el vértigo
desfila y desliza la paz
la revuelta interior
y la confrontada lista
de poemas sin destino
y prosas sin abismo.
Solo sobrios algodones
y amalgamas de un solo color.
Solo el fresco, la mente
que se detiene en días
y se retuerce en minutos.
Que deja llorando al oscuro
y al oleaje y que llora asi mismo
cuando no se entiende en su
liso amanecer y listo decaer
(no comenzar ni atardecer).

Y por allí lejano, lo que no cabe,
lo que pertenece a uno ni a nadie,
lo que es continuamente esquivado
sin ni siquiera enteder su estado,
lo que se trasluce por donde sea
y no tiene forma de esconderse
aún de noche, aún en penumbras,
aún allí esta el nexo a todo
el brilo a las desiluciones,
a los vómitos del alma y
a las resacas del corazón.
Sin embargo aparece, se posa,
se exparse, se dispone
y no puede, aunque siendo opuesto,
no posarse sobre el mas inhóspito.

Publicado por primera vez, a razón y como punto disparador, de una foto en www.fotolog.com.ar/lutoms

03 septiembre 2007

La sombra solitaria

Solitario decrece,
se dilata en huelgas
y en payadas caseras.
Solitario derrama
y despilfarra fantasía,
ninguna cortesía
y diestras formas de alejarse.

Solitario se liquida
y cobra por anochecer.
Se paga al contando,
montado en caballo
hacia el poco sol de ayer.

Solitario, sin receta
decidida, ni botella vacía.
Sin colorario en sus manos
y pocas venas abastecidas.

Solitario, como el río.
Frío de noche, abastecido.
Calmo de día, pero traicionero.
Puro oleaje en la luna
y una cuna sin dueño.
Ni mantas, ni juguetes,
ni sonajeros, ni llaveros.
Sola agua que fluye
solitaria cantando su aria
para la desaparecida,
para la sombra que ni amo tiene.
Porque solitario se detiene.

Publicado por primera vez, a razón y como punto disparador, de una foto en www.fotolog.com.ar/lutoms

El ruiseñor y la rosa

Oscar Wilde

- Dijo que bailaría conmigo si le llevaba rosas rojas -exclamó el joven estudiante-; pero no hay ni una sola rosa roja en todo mi jardín.
Desde su nido en la encina le oyó el ruiseñor, y miró a través de las hojas y se quedó extrañado.
- Ni una sola rosa roja en todo mi jardín -exclamó el estudiante; y sus hermosos ojos se llenaron de lágrimas.
- ¡Ah, de qué cosas tan pequeñas depende la felicidad! He leído todo lo que han escrito los sabios, y son míos todos los secretos de la filosofía; sin embargo, por no tener una rosa roja, mi vida se ha vuelto desdichada.
- He aquí por fin un verdadero enamorado -dijo el ruiseñor.
- Noche tras noche le he cantado, aunque no le conocía; noche tras noche he contado su historia a las estrellas, y ahora le estoy viendo. Tiene el cabello oscuro como la flor del jacinto y los labios tan rojos como la rosa de sus deseos; pero la pasión ha hecho que su rostro parezca de pálido marfil, y el dolor le ha puesto su sello sobre la frente.
- El príncipe da un baile mañana por la noche -musitó el estudiante-, y mi amada estará entre los invitados. Si le llevo una rosa roja, bailará conmigo hasta el alba Si le llevo una rosa roja, la tendré entre mis brazos, y reclinará la cabeza en mi hombro, y su mano estará prisionera en la mía. Pero no hay ni una sola rosa roja en mi jardín, así es, que estaré sentado solo, y ella pasará desdeñándome. No me prestará atención alguna y se me romperá el corazón.
- He aquí ciertamente el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor.
- Lo que yo canto, él lo sufre; lo que es para mí alegría es dolor para él. En verdad el amor es maravilloso; es más precioso que las esmeraldas y más costoso que los finos ópalos. No se puede comprar con perlas ni con granates, ni está a la venta en el mercado, no lo pueden comprar los mercaderes, ni se puede pesar en la balanza a peso de oro.
- Los músicos estarán sentados en su estrado -dijo el joven estudiante-, y tocarán sus instrumentos de cuerda y mi amada danzará al son del arpa y del violín. Danzará tan ligera que sus pies no rozarán el suelo, y los caballeros de la corte, con sus trajes alegres, estarán todos rodeándola. Pero conmigo no bailara, pues no tengo una rosa roja para darle.
Y se arrojó sobre la hierba, y ocultó el rostro entre las manos y lloró.
- ¿Por qué llora? -preguntó una lagartija verde, cuando pasaba corriendo junto a él con el rabo en el aire.
- Eso, ¿por qué? -dijo una mariposa que revoloteaba persiguiendo a un rayo de sol.
- Sí, ¿por qué? -susurró una margarita a su vecina, con una voz suave y baja.
- Está llorando por una rosa roja -dijo el ruiseñor
- ¡Por una rosa roja! –exclamaron-; ¡Qué ridículo!
Y la lagartija que era algo cínica, se rió abiertamente.
Pero el ruiseñor comprendía el secreto de la pena del estudiante, y permaneció posado silencioso en la encina, y pensó en el misterio del amor.
De pronto desplegó sus alas pardas para emprender el vuelo y hendió los aires. Pasó por la arboleda como una sombra, y como una sombra voló a través de jardín. En el medio del césped crecía un hermoso rosal, y al verlo voló hacia él y se posó sobre una rama.
- Dame una rosa roja –exclamó-, y te cantaré mi más dulce canción.
Pero el rosal negó con la cabeza.
- Mis rosas son blancas –respondió-, tan blancas como la espuma del mar, y más blancas que la nieve de la montaña. Pero ve a ver a mi hermano, el que trepa alrededor del viejo reloj de sol y te dará tal vez lo que deseas. Así es que el ruiseñor se fue volando hasta el rosal que crecía en torno al viejo reloj de sol.
- Dame una rosa roja –exclamó-, y te cantaré mi más dulce canción.
Pero el rosal negó con la cabeza.
- Mis rosas son amarillas -respondió-, tan amarillas como el cabello de la sirena que se sienta en un trono de ámbar y más amarillas que el narciso que florece en el prado antes de que llegue el segador con su guadaña. Pero ve a ver a mi hermano, el que crece al pie de la ventana del estudiante, y te dará tal vez lo que deseas. Así es que el ruiseñor se fue volando hasta el rosal que crecía al pie de la ventana del estudiante.
- Dame una rosa roja –exclamó-, y te cantaré mi más dulce canción.
Pero el arbusto negó con la cabeza.
- Mis rosas son rojas –respondió-, tan rojas como los pies de la tórtola, y más rojas que los grandes abanicos de coral que se mecen y mecen en la sima del océano; pero el invierno me ha congelado las venas, y la escarcha me ha helado los capullos, y la tormenta me ha roto las ramas, y no tendré rosas este año.
- Una rosa roja es todo lo que necesito -exclamó el ruiseñor-, ¡sólo una rosa roja! ¿No hay ningún medio por el que pueda conseguirla?
- Hay un medio -respondió el rosal-, pero es tan terrible que no me atrevo a decírtelo.
- Dímelo -dijo el ruiseñor-, no tengo miedo.
- Si quieres una rosa roja -dijo el rosal-, tienes que hacerla con música, a la luz de la luna, y teñirla con la sangre de tu propio corazón. Debes cantar para mí con el pecho apoyado en una de mis espinas. A lo largo de toda la noche has de cantar para mí, y la espina tiene que atravesarte el corazón, y la sangre que te da la vida debe fluir por mis venas y ser mía.
- La muerte es un alto precio para pagar una rosa roja -exclamó el ruiseñor-, y la vida nos es muy querida a todos. Es grato posarse en el bosque verde, y contemplar al sol en su carro de oro y a la luna en su carro de perla. Dulce es la fragancia del espino, y dulces son las campanillas azules que se esconden en el valle y el brazo que el viento hace ondear en la colina. Sin embargo, el amor es mejor que la vida, ¿y qué es el corazón de un pájaro comparado con el corazón de un hombre?
Así es que desplegó las alas pardas para emprender el vuelo y hendió los aires. Pasó veloz sobre el jardín como una sombra, y como una sombra atravesó volando la arboleda.
El joven estudiante todavía estaba echado en la hierba, donde le había dejado, y las lágrimas aún no se habían secado en sus hermosos ojos.
- ¡Sé feliz! -exclamó el ruiseñor-, ¡sé feliz! ; tendrás tu rosa roja. Te la haré de música a la luz de la luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón. Todo lo que te pido a cambio es que seas un verdadero enamorado, pues el amor es más sabio que la filosofía, por sabia que ésta sea, y más fuerte que el poder, por potente que sea éste. Del color de la llama son sus alas, y de color de llama tiene el cuerpo. Sus labios son dulces como la miel y su aliento es como el incienso.
El estudiante alzó los ojos de la hierba y escuchó, mas no pudo entender lo que le estaba diciendo el ruiseñor, pues sólo sabía las cosas que están escritas en los libros.Pero la encina comprendió y se puso triste, porque quería mucho al pequeño ruiseñor que había hecho su nido entre sus ramas.
- Cántame una última canción -musitó-: me sentiré muy sola cuando te hayas ido.
Así es que el ruiseñor cantó para la encina, y su voz era como el agua que sale a borbotones de una jarra de plata.
Cuando hubo terminado su canción, el estudiante se levantó, y sacó un cuaderno y un lápiz de su bolsillo.
- Él tiene estilo -dijo para sí, mientras caminaba a través de la arboleda-, eso no se le puede negar, pero ¿tiene sentimientos? Me temo que no. De hecho, es como la mayoría de los artistas, es todo estilo, sin ninguna sinceridad. No se sacrificaría por los demás. Piensa tan sólo en la música, y todo el mundo sabe que las artes son egoístas. Sin embargo es preciso admitir que hay notas hermosas en su voz. ¡Qué lástima que no signifiquen nada, ni tengan ninguna utilidad práctica!
Y entró en su habitación y se echó sobre el pequeño jergón, y se puso a pensar en su amor, y al cabo de un tiempo se quedó dormido.
Y cuando la luna brilló en el cielo, fue volando al rosal el ruiseñor y puso su pecho contra la espina. Cantó toda la noche con el pecho contra la espina, y la luna de frío cristal, se asomó para escucharla. A lo largo de toda la noche estuvo cantando, y la espina penetraba más y más profundamente en su pecho, y la sangre, que era su vida, fluía fuera de él.
Cantó primero el nacimiento del amor en el corazón de un adolescente y de una muchacha. Y en la rama más alta del rosal floreció una rosa admirable, pétalo a pétalo, a medida que una canción seguía a otra canción. Pálida era al principio, como la bruma suspendida sobre el río; pálida como los pies de la mañana, y de plata, como las alas de la aurora. Como la sombra de una rosa en un espejo de plata, como la sombra de una rosa en el estanque, así era la rosa que florecía en la rama más alta del rosal.
Pero el rosal gritó al ruiseñor que se apretara más contra la espina.
- ¡Apriétate más, pequeño ruiseñor! -gritaba el rosal-, ¡o llegará el día antes de que esté terminada la rosa.!
Así es que el ruiseñor se apretó más contra la espina, y su canto se hizo cada vez más sonoro, pues cantaba el nacimiento de la pasión en el alma de un hombre y de una doncella.
Y un delicado arrebol rosado vino a los pétalos de la rosa, como el rubor del rostro del novio cuando besa los labios de la novia. Pero la espina no había llegado aún al corazón del pájaro, así que el corazón de la rosa seguía siendo blanco, pues sólo la sangre del corazón de un ruiseñor puede teñir de carmesí el corazón de una rosa. Y el rosal gritó al ruiseñor que se apretara más contra la espina.
- ¡Apriétate más, pequeño ruiseñor! -gritaba el rosal-, ¡o llegará el día antes de que este terminada la rosa!
Así es que el ruiseñor se apretó más contra la espina, y la espina tocó su corazón, y sintió que le atravesaba una intensa punzada de dolor. Amargo, amargo era el dolor, y más y más salvaje se elevó su canto, pues cantaba al amor que se hace perfecto por la muerte, al amor que no muere en la tumba.
Y la rosa admirable se volvió carmesí, como la rosa del cielo en el oriente. Carmesí era el ceñidor de pétalos, y carmesí como un rubí era su corazón.
Pero la voz del ruiseñor se volvió más débil, y sus pequeñas alas empezaron a batir, y un velo le cubrió los ojos. Más y más débil se tornó su canto, y sintió que algo le ahogaba en la garganta.
Moduló entonces un último arpegio musical. La luna blanca lo oyó y se olvidó del alba, y se quedó rezagada en el cielo. La rosa roja lo oyó, y tembló toda de arrobamiento, y abrió sus pétalos al aire frío de la mañana. El eco se lo llevó a su caverna púrpura de las colinas, y despertó de sus sueños a los pastores dormidos. Flotó a través de los juncos del río, y ellos llevaron su mensaje al mar.
- ¡Mira, mira! -gritó el rosal- ¡La rosa ya está terminada!
Pero el ruiseñor no respondió, pues yacía muerto en la hierba alta, con la espina en el corazón. Y al mediodía el estudiante abrió la ventana y se asomó.
- ¡Mira!, ¡Qué suerte tan maravillosa! –exclamó- ¡he aquí una rosa roja! No había visto en mi vida una rosa semejante. Es tan bella que estoy seguro que tiene un largo nombre latino.
Y se inclinó y la arrancó. Se puso luego el sombrero y se fue corriendo a casa del profesor con la rosa en la mano.
La hija del profesor estaba sentada en el umbral, devanando seda azul alrededor de un carrete, con su perrito echado a sus pies.
- Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja. -exclamó el estudiante-. He aquí la rosa más roja del mundo entero. La llevarás prendida esta noche cerca de tu corazón, y cuando bailemos juntos ella te dirá cuánto te quiero.
Pero la muchacha frunció el ceño.
- Temo que no me vaya bien con el vestido -respondió- y, además, el sobrino del chambelán me ha enviado joyas auténticas, y todo el mundo sabe que las joyas cuestan mucho más que las flores.
- ¡Bien, a fe mía que eres una ingrata! -dijo el estudiante muy enfadado.
Y arrojó la rosa a la calle, donde cayó en el arroyo, y la rueda de un carro pasó por encima de ella.
- ¿Ingrata? -dijo la muchacha-. Y yo te digo que tú eres un grosero, y, después de todo, ¿quién eres tú? Sólo un estudiante. !Cómo!, No creo que tengas ni siquiera hebillas de plata para los zapatos, como tiene el sobrino del chambelán.Y se levantó de la silla y entró en la casa.
- ¡Qué cosa tan necia es el amor! - -se dijo el estudiante mientras se marchaba-. No es ni la mitad de útil que la lógica, pues no prueba nada, y siempre nos dice cosas que no van a suceder, y nos hace creer cosas que no son ciertas. De hecho, es muy poco práctico, y como en estos tiempos ser práctico lo es todo, me volveré a la filosofía y estudiaré metafísica.
Así es que volvió a su habitación, y sacó un gran libro polvoriento, y se puso a leer.



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Esto es tan aplicable a tantas otras cosas, que por eso lo puse aquí. Mas allá de que el cuento es genial.

28 agosto 2007

A duras caras - Capítulo 2: Oleame

Tragame agua, oleame.
Sumergime y despojame
de todas mi ropas y mis bienes.
Oleame, sacame sin sal,
rompeme contra una roca
y devolveme al mar,
rompeme y hundime
solo algo mas, un poco más de lo normal.

Oleame, amarrame a ti
descargate de sobre si
desparramame por tu universo
acuoso, dudoso, vanidoso.

Oleame sin pensar
en grata inmesidad.
Rompeme y devuélveme
a una playa, bajo el tibio amanecer
bajo hacia el nacer.
Bajo. Oleame, calmame.

Bajame a las rodillas
y dejame helado ante la noche
Dejame goteando por todas partes
y dos huellas y en tu arena
del fondo del mar.

Raspame, acariciame
y otra vez tragame, devolveme
y samarreame sin piedad.
Sácame todas las fuerzas,
descontrólame, para,
finalmente tener poseción total.

Hazlo, oleame solo mas de lo normal.

22 agosto 2007

¡¡¡Un feriado a las nueve de la mañana!!!

Comienzo la sección "Cosas de la vida personal" con cuestiones sucedidas últimamente. Y quizás sea un poco burda esta sección, pero al fin de cuentas, en la vida real se encuentra muchas historias dignas de ser contadas. En este espacio, muy seguramente, agregaré esas cuestiones tragicómica que suceden y melodramáticas. Por supuesto que evitaremos entrar en los detalles que sean sobre cuestiones puramente íntimas. Esto no se trata de hacer un reality show, como sucede en muchos fotologs o blogs, simplemente traducir de una manera lo más poética posible, situaciones cotidianas.

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Un lunes por la mañana, feriado, temprano. En un banco de plaza esperando. Una hora y media más tarde, aparece.
Posibilidades: 1. a la media hora tranquilamente podría haberme ido. 2. Tirarse a dormir y esperar por una aparición mágica.
Resolución: 2.
Aparece y me asusta.
Posibilidades: 1. reaccionar mal, con la sumatoria del tiempo esperado, y asestar una tremenda trompada. 2. Hacerse el ofendido, pero que no pasó nada.
Resolución: 2.
-Vamos a buscar un lugar con sol.
"Bueno", digo yo, con cara de dormido.
Llega y se sienta en un banco donde el único sol es el que se filtra por las tupidas hojas de encima del árbol de al lado.
Entonces despierto totalmente y le digo (con tono de "¿vos sos tont...?") : ¿A vos te parece de que aca hay sol?.
Posibilidades: 1. que me diga: pero "dejate de joder". 2. "Bueeeeeeno, nos sentamos ahi" (ahi es dos metros mas, donde hay solcito).
Resolución: 2.
Charlamos, tomamos mates, nos reimos mucho. Demasiado. Fue sentir todas aquellas cosas que, por un parte tenía plena confianza de que no se perderían, pero por otra parte tenía miedo de no poder disfrutarlas más.
Mi enojo inicial (a ese enojo se suman muchas otras cosas previas), se fue en pocos segundos. Cuando "no" me di cuenta, estaba sonriendo, como si hubiera perdonado absolutamente todo.
Las posiciones eran: un mate, mochilas, termo, camperas. A un lado, "la persona" mirando en dirección hacia mi. Al otro lado, yo, mirando en dirección perpendicular a la otra persona. O sea, actitud de cero integración (de parte mía), y actitud de intento de integración (de parte de la otra persona).
Posibilidades: 1. seguir en la misma actitud. 2. que la otra persona busque otras formas para que mi actitud cambie. 3. cambiar de actitud.
Resolución: 2.
Evidentemente, no se si por inquietud o por que, pero dicha persona se para y comienza a caminar de un lado para el otro, haciendome de parabrisas a mi mirada. Al cabo de un tiempo, me recuesto (me tiro para atras), me pongo mi gorro de nariz tapando mi cabeza. Comienzo a hacer payasadas, o sea, moldeo el gorro como hocico de perro y comienzo a emitir ruidos perrunos.
Posibilidades: 1. la otra persona (a la cual no veo), piensa y dice por dentro "que idiota". 2. la otra persona se muere de risa.
Resolución: 2.
Mientras tanto, quien caminaba como parabrisas, ahora lo hace centrifugamente. O sea, camina en circulos, teniendo como eje a mi. Me rodea. Como los perros cuando marcan territorio, o no se.
Mientra sigo de payasada en payasada y riéndonos de cualquier cosa. Y comienza el ritual de cantos al aire. La gente pasa, esboza una sonrisa de reojo (lease "están locos", o "que linda juventud"), se sorprende y sigue. Nos es cuestión de llamar la atención. A ninguno de los dos le interesa eso. Pero sale naturalmente. Más adelante un ejemplo muy concreto sobre esto.
La mañana se pasa, hablando de cualquier cosa, de la vida, de irrealidades, de cosas serias, haciendo chistes, haciendo caras, haciendo todo lo que sabemos hacer. Ba, excepto una cosa, pero no viene al caso.
Entre toda esas cosas, jugando con las hoja secas, las ramas y demases. Tengo una atracción en el hecho de arrojarle objetos, sobre todo de esos diminutos que se desarman en el aire, como conjuntos de pastos, conjuntos de hojita, conjuntos de ramitas. A la otra persona no le molesta, pero si, se hace la que si. Pone caritas y usa eso "nooo", mezcla de pregunta, de queja de nene, de ufa. Que lastimas que las caritas sean tan díficiles de describir. Pero sino perdería la magia (algún día describiré las caritas, porque son únicas, y siempre fueron las mismas desde que nos conocemos).
Posibilidades: 1. decirme "para...!". 2. no hacer nada y quejarse, aunque dejándose.
Resolución: 2.
En un momento, decido taparme la cara con mi campera (el sol me molesta). Pero la otra persona aprovecha para descargarme (sin que me de cuenta), toda la mezcla de ramitas, hojitas y piedritas sobre mi ser, que había recolectado en la tapa de su termo y estaba cocinando (esta última ya es la fantasía realista).
Al darme cuenta (después de largo tiempo),
Posibilidades: 1. Sumar esto al enojo acumulado inicial (el cual se me había discipado). 2. Hacerme el enojado pero no enojarme, reirme e intentar devolverle la travesura.
Resolución: 2. (a medias, no me animé a devolverle la travesura por completo y con énfasis)
Llegando al fin.
El mediodía ya es demasiado notorio, son pasadas la 1 de la tarde. Tenemos que hacer cosas, pero el día esta hermoso, el momento es muy divertido, no da para irse. Peeero, la otra persona dice "¿vamos?, tengo que hacer bla bla y bla y bla". Yo también tengo que hacer tanto, pero muy inconciente quiero alargar el momento. Me quedo tirado aún, haciéndome el sonzo. Pero insiste.
Posibilidades: 1. Quejarme, discutir. 2. Ceder y conceder el deseo.
Resolución: 2.
El camino de regreso invita a patear piedritas, algo que me siento orgulloso de haberle inculcado. Y me acompaña, asi que el nene (yo), re contento. Las piedras se caen, pues la otra persona finalmente por su tosquedad, tira las pelotitas piedras a las alcantarillas o huecos imposibles. Entonces, cantar es lo que siempre hicimos, juntos. Y eso precisamente sucede.
Lo increible y más lindo, es que, no nos damos cuenta de cuanto no compenetramos, y lo hacemos fuerte. Lo más lindo es que de pronto una abuelita con su nieta, que camina mas lento, al pasar al lado de ellas, nos mira con cara sonriente de abuela y expresa su alegría ante tal suceso que ambos llevamos a cabo. "Así tiene que ser la juventud, alegre, sonriente, cantando. Que lindos se los ve" (con tono de abuela y en dirección a la nena). La nena se ríe también, pues, le resulta familiar nuestra actitud. Por supuesto, es una actitud típica de su edad, pero para nada típica de la nuestra!.
Aquí no hay posibilidades ni solución. Simplemente una conclusión. Hay cosas que simplemente se logran de a dos. Hay cosas que son únicas. En soledad, por supuesto que se logran también, pero en compañía se potencian y adquieren mejor forma. Son cosas maravillosas. La solución, habrán notado, siempre fue la 2., y en consonancia, siempre de a dos.
Para terminar, nos despedimos. Yo, timido, deseo decir algo mas que chau, pero veo como se va caminando. Cuando está a 10 metros grito: "heyyyy!"... Se da vuelta...
Posibilidades: 1. Mover la mano como saludando y seguir su camino. 2. Darse vuelta y volver corriendo.

19 agosto 2007

A duras caras - Capítulo I: El rito

¡Que gran grito se le zafó!
cuando oyó las escaleras.
Mientras esperas que vuelva
la gotera y te acalambre los oídos,
mientras esquivas las última gota
que está agujereando tu espalda.

El rito de la espera esta sucediendo
y sin pensar ni querer ser más,
has estado solitario.
El dueño resuelve a su criterio,
y golpea las patas de la mesa
con gran destreza que rompe
el tablero y deja diluir en el suelo
todo aquel líquido desenfrenado
y raro sin forma para poder tomarlo,
en las manos.

El sitio que eljiste se parece,
a lo que menos te apetece
y a los que resulta ser ofensivo
y deprime al más efusivo
cuando el cerrojo se traba
y rechina una llavero vecino.

El suelo que ha estado sitiado
ahora esta desorbitado.
No contiene huellas, sino más bien,
el polvo remarcado por el fantastama,
en el aire y las cortinas,
en el viento por el asma recitado
y los huecos en las voces allados.

18 agosto 2007

A duras caras - Prólogo

La roca del dolor,
fueros, deletreos rotos.
Cabizbajos en sus tronos
los reyes resuelven
las leyes y sus descendientes
en formol, en derrochas.
En garrochas lastimosas
y sables sabrosos.
Silencios pecaminosos
en un laberinto dual.

Letrinas sin tapa ni adornos,
con soles inferiores
y olores sentimentales,
de los que causan comezón
cuando recuerdas en risas
y sumisas celestes listas
de papeles, sin higiene,
sin deleites y retorcidas.

Levántese y súplase
cuando no encuentra la salida
de emergencia y sin urgencia
que sobrepone en gordos, sordos,
galopes, trotes y,
váyase cuando no se vea
en los vidrios rotados,
y sóplese cuando no sienta
ni el suelo, ni el dolor en la entrañas
de las espinas de piedras.

16 agosto 2007

Tres tiempos de un sueño

Esto es de hace un tiempo, pero recién lo subo ahora. Algún día completaré el tercer tiempo, futuro, del sueño.
Tampoco es un cuento, aunque esté en esa categoría del blog.

Ayer soñé que te besaba, eternamente. Que los labios se transformaban en enes dimensiones. Que los dientes abrigaban ese aliento para que no se escapara. Que la lengua mantenía aireoso el gusto. Los ojos se dormían, o mejor dicho, se adormecían. Las narices se solapaban como los engranajes de una máquina de ternura. Las orejas eran privilegiadas testigos de tanto semblante. Los ceños al contrario de lo normal, estaban totalmente dispersados, relajados, sin ensañarse. Las frentes se miraban continuamente, e incrédulas, seguían mirándose. Los cabellos se estremecían, entre otros diez cabellos más gruesos.
Tras las glándulas gustativas, convergían increíbles situaciones. Todas difusas, pero ninguna confusa. A veces eran caballos, tropillas y tropillas de tropillas. Otras, arroyos, ríos y afluentes de afluentes. Como una lupa que mira un punto y luego se aleja, comenzando a ver millones de puntos. Como ver tu casa desde el espacio, y alejarse hasta ver la casa de tu casa de tu casa.

Muchos momentos eran pájaros que volaban y se cruzaban con otros, entonces ya no seguías esos, sino los otros. Pero estos atravesaban otra bandada, entonces estos, diferentes de los anteriores, reacaparaban la mirada hacia otro lugar. Y luego, pasaban otra especie, que se dirigía en otra dirección. Y hacia allí se dirigían nuevamente los ojos. Hasta que llegaba a un lugar, una inmensa laguna, como un mar, donde estaban todas aquellas inquietas aves.
En ciertos momentos, no había imágenes, solo olores. Y allí se entremezclaban millones de aromas y sabores. Estaban rosas y dulces, poleos y licores, bosques y mares, humos y brisas. Y estaba ese olor, tan maravilloso, sin nombre, sin descripción, pero con únicos y propios dueños. Y allí se acababan los sueños, porque no era uno, eran varios. Encadenados. Allí me desperté y me pregunte: ¿Era un sueño?

…Aunque no esté, intento estar, aunque no estés intento estar, aunque no estés querés estar, aunque no esté, querés estar. Se qué, no se por qué, pero sé que te levantarás y querrás hacer algo por vos. Y no sé en que parte de ello, leerás esto. Si antes de empezar, si en el intermedio o al finalizar. Aunque no lo sepa, lo hago igual.

Quién no intenta, no sabe luchar por lo felicidad, pero quien intenta tampoco, porqué la felicidad no se intenta, se quiere. Las luchas son paciencia. Las luchas también son perdidas. Las luchas son hirientes. Las luchas son reconfortantes. Las luchas son... son como la vida misma. Y la vida..., quien soy yo para decir que es la vida. Pero muchas luchas son una batalla, y muchas batallas son una guerra. Que fea comparación.
Empecemos de nuevo. Las luchas son inquietudes. Las luchas también son búsquedas. Las luchas son proyectos. Las luchas son reconfortantes. Las luchas son... son como la vida misma. Y la vida..., quien soy yo para decir que es la vida. Pero muchas luchas son una sonrisa. Y muchas sonrisas, son una lucha. Sonrisas para la salud, sonrisas para la juventud, sonrisas para el amor, sonrisas para el descreimiento, sonrisas para sobreponerse, sonrisas para quererse, sonrisas.
Ayer no soñé. Dormí tan profundamente que no soñé. Estaba tan cansado que no sabía como empezar y me quedé dormido. Es que ya había soñado. Estaba tan cansado, cansado físicamente, cansado mentalmente. Pero hay algo que nunca se cansa: el corazón. Y la gente no me cree. Y piensa que soy estratosférico. Y yo le digo a la gente que tan equivocada está. Que no soy el que nunca se equivoca, porque puedo pisar la misma tierra que vos, porque puedo tocar las mismas cosas que vos, porque tengo los mismos deseos que vos.
Era un hecho que necesita internarme en la profundidad de una almohada, que me esperaba impaciente para compartir mi sueño. Cuando vio que me sumergía hasta sus profundidades, hasta lo más oscuro, se puso mal. Se acurrucó, se enfrió, se arrugó y se impacientó. Miró para otro costado. Pero al tiempo, cuando estaba a miles de kilómetros de la superficie, se dio cuenta que estaba sosteniendo su cabeza. Que le estaba brindando una placentera profundidad al descanso. Y que eso era lo que necesitaba. Se dio cuenta que solo tenía que estar callada en su lugar, facilitando sus sueños.
Al despertarme, la almohada estaba ahí como todas las mañanas. Tantas vueltas, tantas veces, se cayó de la cama, producto de mis inquietas apariciones de noche. Pero siempre resolví que era mejor que volviera, por eso siempre la agarró y la acomodo. Porque no puedo dormir sin almohada.
Y como siempre, abrí los ojos, la vi bajo mis párpados, los volví a cerrar, la abracé, y continué.

13 agosto 2007

Perdidas, decisiones, ideas

Hacerse la idea de que podrías perder a una persona querida tomando una decisión, te hace sentir como si estuvieras saltando convincentemente desde el muelle -con sus minimamente cinco metros de alto- para luego echarte a nadar hasta una orilla nuevamente (si llegás), subir y pasar caminando cerca del muelle, mirándolo desde lejos y pensando: "cuando te dejé, cuando mis pies se desprendieron, no sabía si volvería a verte y a sentirte". Hacerse esa idea causa escalofríos. Llevar a cabo la idea, te hiela el corazón.
Tomar una decisión equivale a ... no tiene equivalencia a nada, todo en la vida es una toma de decisiones. Hasta dejarse llevar por la suerte es una toma de decisión, haber decidido dejarse llevar por la suerte. Creer que lo que te sucede no es culpa tuya es una decisión, tu decides creer eso y no otra cosa. Olvidarte de algo es una decisión, sino te hubieras acordado. Pero hay decisiones que pueden determinar un desencadenamiento de decisiones incontrolables. Un efecto atómico, que solo puede ser frenado por otra decisión.
Es el caso de un ser querido, demasiado querido. Es el caso de un ser distinto, increíble. Por eso mismo, poco creíble a uno mismo de haberlo encontrado (a ese ser). Simplemente que a veces para no perder a un ser querido se debe perderlo por un tiempo. Y eso es una toma de decisión. Alguien preguntaría: ¿cómo haces para decidir perder a tal?. Difícil de responder.
Para perder a alguien por propia decisión primero tienes que evitar todo contacto (teléfono, internet, calle). Ese es el primer paso, el cual no es muy difícil. Solo tienes que decidir no hacer tal o cual cosa. El segundo paso se trata de controlarte cuando quieras corromper el primer paso. Pues de ese modo estarías haciendo un retroseso en la toma de decisiones. Una involución atómica. Controlarse a uno mismo es complicado. Controlar a los demás es una tarea que ejercemos diariamente, pero controlarse no. Pues, este es el momento en el que aprendes. Al principio fallas continuamente, yendo del paso uno al paso dos constantemente, durante un prolongado tiempo. Pero llega un momento en que ese traqueteo de un lado a otro, cansa. Entonces es cuando tu decisión, la de dejar de ir a venir se hace presente. Decides aplicar y llevar a cabo, has aprendido a controlarte e inmediatamente pasas al paso tres.
El paso tres consiste en tratar de borrar de tu cabeza todo recuerdo de tal persona. Si hay cuestiones materiales, tratar de eliminarlas. Las mas difíciles son los compartimentos sentimentales. Aquellos donde se acumulan cuestiones compartidas entre ambos. Esas son las últimas en intentar vaciarse. Este proceso se parece mas a un desalojo de vivienda. Tu eres esa familia necesitada, que sabes que estas ahí ocupando un sitio que no es tuyo. O quizá si es tuyo. Quizá si te pertenece, porque en el fondo los espacios son aptos y abiertos a cualquiera. Pero en fin, no todos ven eso y por ello (sumado leyes y costumbres) proceden al desalojo. El desalojo es justamente un decisión contra tu propia voluntad.
Una vez concluida la tarea de autodesalojo ya estas exhausto, cansado física, mental y sentimentalmente. Y es muy probable que halla quedado polvo, elementos y cosas olvidadas y tiradas. Es posibles que no halla podido sacar todo. Y entonces la última etapa comienza. Se trata de irte definitivamente, se trata de tomar la decisión final, la que por tu bien y la del otro, pueda generar un final pacífico a tu alma.
Pero es justamente esto último lo que no es posible de lograr. Primero, el alma no tiene fin y segundo, aún tratando de ser pacífico, siempre existe un poco de violencia en uno mismo. El hecho de generar es algo muy conmovedor, pero algo incoherente. Generar también es una decisión, es decidir realizar determinado acto para producir determinada cosa.
Ese acto se llama olvidar. Y la producción se llama paz.
Cuando ha pasado un largo tiempo y el proceso culminó satisfactoriamente (según crees), poco a poco empiezas a extrañar esos momentos en los que hacías todos los esfuerzos por cumplir al pie de la letra cada paso, y comienzas a recordar.
Recuerdas cuando tomaste la decisión por primera vez y dijiste: "No creo poder lograrlo". Recuerdas cuando te cansaste del vaivén y dijiste: "Me canse, ahora si". Recuerdas cuando empezó el desalojo paulatino, que al principio sacabas cosas de manera despiadada porque sobraba el espacio en los conteiners, pero que luego no sabías donde meter tantas cosas. Te estabas dando cuenta de que eran demasiadas y muy valiosas las que estabas o intentabas tirar. Pero en ese momento, a mitad de camino, decías: "Ya es tarde para pegar la vuelta, ten fuerza para seguir". Recuerdas que empezaste a esconder tales cosas por cualquier lugar, donde solo tu supieras donde estaban, para ir a buscarlas en algún momento, recuperarlas y tirarlas en otro lugar. Y recuerdas cuando pensaste que habías terminado, veías toda aquella construcción barrida y decías: "Ya no tengo mas trabajo aquí, es hora de irse". Y comenzabas la caminata, lenta, larga, silenciosa y cada tanto dabas vuelta la cabeza para ver por última vez ese espacio. Pero cuando ya estas lejos, aunque te des vuelta, ya no lo ves mas.
Y cuando finalmente estas demasiado lejos y extrañas lo que hacías, vuelves corriendo para terminar el trabajo. Y cuando llegas y ves que tiene un cartel de "vendido", lloras desconsoladamente. Te sumerges en el pasto de enfrente y quieres ahogarte entre tus lágrimas. Y te das cuenta que debes estar mas de un mes para llenar ese hueco y quedarte burbujeando bajo tu lecho de agua sal. Entonces decides esperar hasta la noche. Nadie te ve, y entras. Empiezas a buscar en todos los lugares donde habías escondido todo eso que era grande y no cabía en los remolques, para tomarlos definitivamente y tirarlos en el lugar mas próximo que puedas. Haces un descalabro, y cuando al fin estas afuera con todo eso, te das cuenta de que es imposible tirar todo eso. Y recuerdas nuevamente que el paso tres no se trataba de hacerlo, sino de intentarlo. Y te golpeas la cabeza por haber diseñado tan mal el plan, todo por un simple verbo. Pero esa fue tu decisión. Tu decidiste intentar y no hacer definitivamente.
Y cuando vuelves en si mismo, te das cuenta de que tras toda esa montaña puedes hacerte la idea de recuperar a una persona con el simple hecho de tomar un decisión. Mientras tanto trata de ser paciente, porque desde un polo al otro, debes atravesar bosques, desiertos, ríos, mares, y nunca sabes si te quedas a medio camino, si vuelves, o si llegas al final. Porque no sabes que solo llegando al final puedes volver a retomar lo que dejaste alguna vez.
Las decisiones que duelen solo requieren de paciencia infinita para comprenderlas. El tiempo se encarga del resto. Eso también es una decisión.

04 agosto 2007

Las dos piedras

Pudieron haber sido de la misma cantera, pero en realidad simplemente eran de la misma zona. Disímiles, bien distintas. Sin embargo se encontraban a pocos kilómetros una de la otra. Por el suelo, el polvo serrano, sus cuchillas al viento y el sol hace árida la tierra y la somete hasta desparramar en ella un sollozo feroz.
Allí las piedras son simplemente un objeto expuesto a las inclemencias de la naturaleza, pero también del hombre.
Por donde quiera que sea, puede pasar un carruaje y hundirlas, pasando ellas a formar parte de un camino que lleva a cualquier parte y conlleva destinos. También puede pasar algún motor moderno, y dejarlas llenas de humo gris y porquerías extra naturales. O una sandalia, un zapato o una bota, que finamente y sin querer posa sobre ellas un paso de entre tantos hacia algún lugar.
Las dos piedras sobreviven a todas situación, sobre todo si tenemos en cuenta que conviven con millares de otras piedras. Una gran población, ruda y sin tapujos para desbarrancar a otras. Aquí sobreviven las piedras, en el amontonadero, como chatarras. Acomodándose a veces entre ellas para dar lugar a algo nuevo o chocándose para producir una catástrofe.
Puede ser parte de una mano para herir o de un pie para pasar el tiempo de otros. Tantas cosas pueden ser las piedras que nadie se le ocurre ni siquiera que estamos rodeados de ellas. Que están en muchas paredes de nuestros edificios, en las plazas, en las veredas y las calles antiguas.
Pero así como tan negras vemos las piedras, muchos las utilizaron como gran demostración de arte. Como los ancestros que sobre ellas tallaban dioses. Tallaban su historia, dejaban huellas de figuras y mas figuras. Símbolos por todos lados. Significaciones y millones de adornos de piedra. Columnas, paredes, arcos, techos, cimientos. Todo.
Las dos piedras se conocieron en el bolsillo de una mochila, bajo el cálido sol del atardecer, tras largos recorridos sobre las espaldas. En la oscuridad del bolsillo se friccionaron sin verse, hablaron, golpearon y hasta cantaron en pequeños sonidos mientras viajaban hasta el próximo destino. Cuando saltaron a la superficie para descansar un poco se vieron y se rieron de tanta diferencia entre ellas. Pero al fin y al cabo, eran dos piedras, similares en forma, dureza y grandeza.
Una era bien blanca, brillante, con la luz reflejando por cualquier parte. Podría haberse confundido con un metal precioso, pero al mismo tiempo opaca, de un blanco de pared y con algunos recovecos llenos de polvo. La otra era grisácea, con pecas negras, muy lisa, casi ovalada. Opaca, pero con tintes brillosos entre sus pecas, con pequeñas incrustaciones de una luz que rebotaba por sus lados cóncavos. Un piedra acostumbrada a la tierra, a revolcarse, y por ello su color, para mimetisarse entre los suelos polvorientos y los caminos pedregosos.
La blanca necesitaba un labado de cara. Al cabo de hacérselo vio su cuerpo tan brillante que el espejo era una fuente de energía solar más. Nunca había creído todo eso de no ser porque la otra piedra le insistió en hacerlo. Así, devolviendo los favores, la piedra blanca le pidió a la negra que se dejara frotar un poco, que seguro saldría algo de luz allí también. Pero la piedra gris se rehuso, aduciendo que eso sería inútil, ya que así había sido toda su vida y no veía razón por la cual cambiar. La blanca no huyo ante tal postura y en cambio continuó alabándola para demostrarle cuanto podía valer su brillo ante sus ojos. Le comentó que dentro del bolsillo de la mochila veía unos pequeños puntos en la oscuridad delante de ella, y que no podrían venir de otra parte que de su corteza pecosa. Que esos eran sus ojos que podían iluminar cualquier oscuridad y al contrario de ella, que era toda blanca y la luces se amalgamaban tan rápido en su piel, ella nunca había podido ser una luz dentro de un lugar sin sol. Pues que lo que a simple vista parece, a veces no es tan fácil de lograr, ni tampoco tan difícil de entender.
Solo bastó un poco de soledad. Tanto la gris como la blanca se apartaron. El viajero vio a una y la puso en el bolsillo de siempre. Al no encontrar la segunda, decidió continuar su viaje con una sola. A unos cuantos metros de haber comenzado se topó con la otra y aliviado la tomó en sus manos y la metió en el otro bolsillo. Ambas piedras no sabían que seguían el mismo viaje y creían que ya no volverían a verse. Ambas piedras meditaban profundamente acerca de las palabras de la otra. La grisácea antes alejarse le contestó a la blanca con palabras escuetas pero que dejaron a la piedra desconcertada por tal respuesta. Simplemente le habló de que nunca se había topado con una piedra de tales características, que simplemente no creía que existían y que menos aún pudieran decirle a uno lo que le había dicho acerca de su brillo escondido. También le mencionó sobre su brillo innato y natural, que no necesitaba mas que aceptarlo, pues eso haría que pudiera servir de guía en la oscuridad.
Una en cada bolsillo mantuvieron caminos distintos, pero el mismo a la vez. Sin saberlo continuaban una al lado de la otra, separadas por una pared de otros tantos elementos, los cuales no tienen importancia. Pero ambas seguían en el mismo carruaje y tras la misma espalda que las sostenía y que desconocía la historia que había transcurrido y transcurría al haberlas tomado en algún momento, simplemente por el gusto y atención que le habían causado.
Hoy las dos piedras descansan en algún sitio. Llegaron a alguno, no importa cual, lo que importa es que cuando se bajaron, se toparon e inmediatamente dejaron de lado su grandeza y su rigidez y se abrazaron para permanecer juntas. Ambas quería volver a saber de la otra, al menos para agradecerse por las palabras que las intimidaron. Pero gracias al viajero que las recogió en algún momento y las mantuvo en el mismo camino, ellas siempre estuvieron juntas, aún sin saberlo. Quizá fue el deseo, y esa soledad necesaria en algún momento. También fueron estas dos cosas las que unieron nuevamente a ambas.
Cuando se acercó la primera noche, blanca brillaba enrojecida de timidez y gris apuntalaba con sus puntitos luminosos la timidez final. Una sumatoria de tímidas caras que se sumergieron para dar lugar a una luz propia, y sin necesidad de esconderla, aún en la timidez que la provocaba. Cuando salió el sol por primera vez, las dos piedras eran una sola. El calor de sus timideces y de sus luces y abrazos, las había forjado en una sola, juntando ambas propiedades e historias pasadas. La piedra final también dejo de ser rígida, porque el calor las había ablandado, pero seguían manteniendo su firmeza con un toque de elasticidad. Pero su grandeza había aumentado, y ahora ya no cabían en la mochila de aquel ángel que las condujo, cuidó y unió. Ahora necesitaban otro espacio mas amplio. Ambas salieron al mundo en busca de su propia compartida historia.

31 julio 2007

Suspenso en la montaña

Suspenso en la montaña
en la ladera, y en la cima,
en la soga que tiembla
en los pinos que tambalean
y terminan cortando al viento
que suculento se desespera
por depositar su brisa
en la cara mas desierta.

Suspenso en la ladera
que friamente se distiende
en un abismo sin luz.
Un sismo estremecedor
desarma su lisa pantalla
y la convierte en una arrugada,
desesperada y vieja
piel de tierra de risco.

Suspenso en la soga
que titubea desentendiendose
de la situación, que desborda,
a todo corazón y pulso,
y sobrepone su zizagueo
entre las manos y las pestañas
entre las mañas por no caer
y lo sano de volver.

Suspenso en la cima
que pierde el equilibrio
ante el horizonte desolado.
Que siente un cosquilleo
bajo sus pies aprisionados
que se contraen y distienden
en una contractura dolorosa
y sabrosa al mismo tiempo
por sentir el baile.

Suspenso en los pinos
que eran tan herguidos
y ahora son una goma de mascar
o un globo de niño
que se tranforma en otro elemento
a pura discreción de otro deseo.
Llora entre sus hojas
y se desarma entre sus brazos.

Suspenso que el viento trae
cuando sopla sin quererlo
cuando mira sin saberlo
cuando absorve sin beberlo.
Cuando se detiene
se mantiene el silencio
y se limita al hueco
que entre cima, soga,
ladera, montaña y pino,
se ha exparcido el abismo.

18 julio 2007

Susurro (9 son suyos)

Le probé cuando supe
lo que no se si sabré
cuando en realidad
intenté o intentaré
pero que sobre todo
no fue para nada incómodo
y recubrió las sonrisas
tan pícaras y de prisas
reconfortantes, sonantes,
titubeantes y lerdas.

Un día nevó en la afueras
y yo estaba en las adentros
o en otras partes saltando
y cuando cai me di cuenta
que quería estrujar algo
e inmediatamente intenté
armar rulos y sonrisas
con la nieve y ponerle
un pompón de nariz
para luego agarrarla entre
mis índice y medio,
con mis nudillos.

Y fueron tan pillos y picarones
que resultó ser molesto
aun de noche o de día
pero nunca olvidado
y por eso han contraído
la pequeña extrañitis aguda
que no se diagnostica
pero se practica sin querer
y luego se vierte
en el próximo amanecer.

Resultó tiempo pasado
y tiempo luego
se hizo sentir el abrazo
y las ganas de amar
de sosobrar en salsa
y despalfirrar la vista
en apagados iris
y cejas sintiéndose
solitarias y al mismo tiempo
acompañadas por otras
confrontadas por la
sutil mirada interior
sensible al olor
al calor y al tan.


a VA...

08 julio 2007

El hombre es un habitante del planeta como un grano de arena en el desierto. Algunos son la punta de una duna, otro el contorno de una víbora, están quienes lindan con una carretera, los que vuelan por el aire y los que estan enterrados bajo tierra.Pero ninguno deja de ser un simple grano en el desierto. Simple.

01 julio 2007

Tiempo 2

Quiciera tener el tiempo
para entender todo lo que siento.
Pero ni siquiera lo tengo
para darme cuenta si siento.

Quiciera detener el tiempo
para curiosear los sentidos,
pero ni siquiera puedo detenerme a mi mismo.
Quiciera comprar tiempo
para regalárselo a quien quiciera,
pero ni siquiera tengo tiempo
para regalarme un minuto de mi mismo.

Quiciera sentir el tiempo
para entender cuando usarlo,
pero ni siquiera entiendo cuanto tiempo llevo andando.
Quiciera robar tiempo
para tener adrenalina en las manos,
pero ni siquiera puedo dar una mano a mi otra mano.

Quiciera acelerar el tiempo
para saber que viene luego,
pero ni siquiera se como saber lo que soy.
Quiciera volver el tiempo
para retomar algunas cosas,
pero ni siquiera puedo darme vuelta
porque se me viene el viento.

Quiciera querer tiempo,
pero no se como querer algo que no entiendo.
Quiciera lo que me enloquece,
no me suelta y me empuja,
pero creo que es imposible
porque no es tangible a mis sentimientos.

Quiciera, aunque asi bien me siento.
El tiempo no es posible
excepto cuando te hacés posible
para él y su silencio.

22 junio 2007

Rezongo, retoso, recivo

Rezongo entre cortinas
por los siete días sin contar
en el calendario que,
suelta pájaros y hojas
y dibuja cientos de ollas,
que no saben destilar.

Retoso en cocinas
entre utensilios para cortar,
y de un buen saque
revuelve contra los vasos
los pies y sus callos
que poco pueden pisar.

Recibo sobre las colinas,
los pedidos veo dispersar,
las aguas sin diques
los caballos sin pasos.
Como los rayos,
no se pueden mirar.

19 junio 2007

Tiempo

Este escrito es a raíz de una frase, como muchas otras, que se me ocurrieron algún día.

Tengo menos de un cuarto de siglo. Estoy en la edad, en la etapa, en la que soy un pendejo para muchos y un experimentado para otros tantos. Un adulto sin derecho de piso, sin casa ni pertenencias propias importantes ni futuro totalmente definido, o un adolescente con demasiadas pretensiones, demasiados logros, demasiadas poseciones y demasiado futuro.
En mis pocos años de existencia atravesé un sinfín de situaciones, las cuales alguien con diez años mas podría ser algo muy común, pero a esta altura no. Me forme en espacios que me mostraron valores, actitudes y formas, y en mi caso todo eso forma parte de una gran base de datos propia. Nada se descarta, pero se usa lo que se debe en el momento adecuado.
Nunca fui un dotado mentalmente, al punto de memorizar y memorizar, al punto de calcular inmediatamente números complejos, al punto de resolver problemas complicados. Nunca fui un dotado físicamente para manejarme en distintos ámbitos y ser el mejor de la clase de educación física. Nunca fui un dotado auditivamente para estar atento a todo lo que ocurriese, ni muy despierto para cantar una simple melodía. Nunca tuve mucha suerte, o mejor dicho "pasta", con las mujeres como para estar con una luego de estar con otra. No conocí muchos labios. Nunca fui dotado socialmente, pues siempre fui tímido, no apto para escuchar a los demás, ni establecer vínculos que me favorecieran en el futuro. Nunca tuve un quehacer económico que me permitiera darme caprichos por doquier, gracias a Dios.
Dicen que cuando era chico, era un torbellino, pícaro, sonriente. Cuando empecé mi época escolar, creo perdí todo eso. Ahora que estoy casi terminando mi época universitaria, creo que recuperé poco a poco esas tres cosas. En ese interín viví millones de momentos como todos, de los cuales paso a destacar unos pocos.
Cuando tenía cinco años, creo, tuve mi primer novia. Dicen que salimos de la mano juntos en el jardín. Después nunca más supe de ella. Creo que tampoco me interesaba. Que sabía yo que era una novia. Cuando tenía cinco años, creo, iba muy seguido al parque a ver musicales que se realizaban los fines de semana. Que se yo porque, pero se ve que me llamaba la atención. Cuando tenía que entrar a la primaria, mi mama me llevó a dos colegios del barrio. Ambos de la congregación Salesiana. Uno era más chico y el otro era enorme. Cuando mi mamá me pregunto donde quería ir, yo elegí el primero. Quien sabe porque, debe haber sido por la humildad.
Cuando estaba en la primaria, un día el maestro de música nos puso a todos mirando al pizarrón, y el detrás con la flauta dulce tocaba notas y todos teníamos que decir cual era. Fui el último en retirarme. Me pidió mi cuadernos de comunicaciones para avisarle a mi mama. No se para que, pero la acerté a todas con mucha suerte, ni siquiera sabía que eran las notas. Cuando estaba en la primaria un compañero en la escalera delante de todos me llamo "boliviano de mierda" y yo sin pensar y usando la lógica le respondí "argentino de mierda". Luego de eso todos en la escalera miraron sorprendidos, incluso la maestra. Ella se puso colorada y me reto, pero no me dijo mas nada. Al finalizar la primaria, un extranjero era abanderado de la bandera nacional.
Cuando tenía 11 años empecé en una Banda de Música. Empecé con un tambor con otros compañeros, los sábados a la noche. Cuando le dije a mi mamá que quería anotarme, me pregunto si estaba seguro, que tenía que ir siempre, que tenía que ser responsable, que después tenía salida algunos domingos y tenía que levantarme temprano, y no se que cuantas cosas mas. Después de preguntarme "¿Estas seguro?, me fui a anotar. Luego comencé a tocar la trompeta y en los ensayos debían llevarme otros chicos mas grandes a mi casa. Pero un día me fui solo, vaya a saber uno porque. Cuando me pregunto mi mamá, le dije que yo sabía como volver a casa. Cuando tenía 13 años, me dijeron si quería ingresar al conservatorio a estudiar. Estuve un año preparándome y luego lo hice. Cuando estaba por rendir, todos estudiaban en el pasillo y yo estaba sentado esperando que me llamen. No se si no practicaba por timidez o porque no lo necesitaba. La cuestión es que entré. Después no seguí porque el colegio técnico secundario no me daba los tiempos necesarios.
Cuando estaba en la secundaria mi supuesto mejor amigo en ese momento me molestaba y me molestaba. Un día me paré sin pensar y le di una "pequeña" palmadita en la espalda. No se porque se puso a llorar, pero a partir de ese día no lo fue más. Cuando estaba en primer años, el profesor de dibujo me puso un diez porque resultaba que hacía muy bien rayitas paralelas y perpendiculares. Cuando había empezado la especialidad de computación, un día me cansé de boludear en la clases de computación, la supuestamente mas importante, y se lo dije a las autoridades. El revuelo que se armó después fue mas importante. Cuando estaba en la entrega de títulos, elegí a una profesora que consideraba importantes para que entregaran el diploma. Esto otras personas no lo entendieron y no fue un lindo luego.
Cuando tenía 17 años me preguntaron si quería aprender a dirigir y yo no dije que no. Al poco tiempo dirigí por primera vez. También a la misma edad entré en una orquesta estudiantil. Cuando toqué un poco para otro chico en la sala, todos se dieron vuelta, no se si porque hice mucho ruido o porque era nuevo. Cuando estaba en 5to años, mi papa sufrió una serie de operaciones e internaciones graves y nunca de deja hacer lo que tenía que hacer por algún supuesto bajón anímico. Cuando tenía 19 años me hice cargo de una Banda de Música. Con ello los aspectos positivos y negativos de todo grupo humano, los objetivos y la responsabilidad de su funcionamiento.
Cuando tenía 21 años, y la mayoría de edad, me hice cargo del lugar donde trabajaba, para que no dejará de existir y de funcionar. Al año me cansé y me fui. Cuando también tenía 21 años, nació mi ahijado, el hijo de mi mejor amigo. Cuando tenía 23 años gané un segundo premio de composición sin antes haber cursado algunas de las materias de composición de mi carrera.
Durante mi años conocí muchas chicas, pero recuerdo solo algunas pocas, deberán ser cinco o seis. Siempre fueron etapas, cuando me enamoraba de una, me daba cuenta que podía volver a hacerlo. Hasta entonces, creía que esa era la única. De todas ellas, de pronto conocí una totalmente diferente a lo que yo creía que existía y totalmente coincidente con lo que uno supuestamente buscaba. Pero el destino quizo, aún ambos queriéndose, que no estuviesen juntos por un tiempo.
De todas las cosas que me sucedieron hubo dos sobre el final que me "enternecieron" o me ablandaron. Que me hicieron sentir nuevo, un torbellino, pícaro y muy sonriente. Un bebé y una mujer.
Son muchas cosas las que me me olvido, pero el tiempo que llevo y la cantidad de cosas que me pasaron me hicieron madurar de golpe, pensar más rápido, escuchar más atentamente, ser más ágil en los movimientos y un poco mas tierno y sociable.
Todos esto me lleva a decir una frase que cuando más tiempo pasa, más evidente se hace. Porque no se cuando sucederán las cosas, o si sucederán. Tampoco sé como, y luego como seguirá. Porque a veces no se comprende lo que falta y otras por lo que hay. Y uno no sabe como sorprenderse ni siquiera.
El tiempo toma sin pedir y devuelve sin avisar.