Cdad. Bs As., Buenos Aires, Argentina
Paciente estudiante o inquieto, músico en progreso o en decadencia, escritor amateur o poco profesional, mujeres en receso o en recreo

05 abril 2007

Susurros VII

Te vi y no pude evitar verte.
Te senti sin querer
y sin querer camine hacia allá.
Intuí sin poder
ni siquiera saber porqué.

Quiciera entender mi locura
quiciera sobreponer mi razon
pudiera encontrarle un fin
y no tengo respuesta aún
a lo que se.

Que se yo, pero siento el aire
y no tiene el olor, ese.
Veo y no veo eso gris de a dos
Juego y no hay nada,
enmarañado para mover.

Y lo deseo, y no lo deseo
no se que quiero.
Pero quiero algo,
más bien no es algo,
no es cosa.

Y se que te vi,
y no pude contenerme
senti de todo,y no pude acercarme
me avergonce y me escapé.

Y quedo allí todo
que no se como expresarlo
y por eso escribo
porque es mi punto
de desacarga emocional.

Cito frases sin pensar.
Porque si de extrañar se trata
para eso estoy mandado a ser.
Porque no se que cuantos adjetivos
sinonimos y calificativos
pero lo se, que te.

01 abril 2007

La guerra limpia

Cuando el desierto doblegó las casas, no hubo forma de hablarle a alguien más que a uno mismo. Por momentos, pareció un silencio envasado y predeterminado por algún científico loco. Por otros, era ese silencio, con ruido de fondo, el silencio de las palabras. Por momento pareció el silencio de los oídos tapados, con sumbido y graves frecuencias alejadas, y balbuceos en las imágenes, sin entenderlos exactamente, ni pobremente.
Cuando en las casas no encontrábamos las paredes, más bien arena y piedritas de arena, no hubo más remedio que olvidarse de los límites de donde habitar. Cuando la arena se perpetró y petrificó no hubo otra solución que colgar los cuadros allí, apoyar los muebles y acostumbrarse al dorado amarrillo medio brilloso ligeramente granulado. A los pocos meses, todos se habían acostumbrado a las imágenes claras y sencillas, sin viento, sin lluvia, ni sequedad en la tierra por falta de sol.
En ese espació vivió una de las más recordadas e intensas situaciones. De interminables promesas, proyectos y trucos con retrucos, sin cansancio, sin espacio, sin nada que lo detuviese. Generalmente se trataba de idas y vueltas, interminables, sin intenciones de dejar uno al otro, hasta que la cordura vencía el vaivén y debíase terminarse. Solo por el momento, porque volvería lo mismo otra vez. Pocos compromisos, muchos permisos, muchos murmullos y pocas dudas. De repente existían ataques inminentes, se veían venir, y no había escudo que protegiese terribles arremetidas.
El cielo se oscurecía y los amontonaderos se sucedían. Era sin dudas una guerra, en el pasto o donde fuese, pero una guerra continua. Aún así, no existían, milagrosamente, heridos y las noticias no daban cuenta de lo que estaba ocurriendo. Alguna que otra vez, aparecían cámaras, pero de las espías a informarse de lo que acontecía, claro que sin resultados. Pues no había forma de parar esa guerra, se estaba gestando, y ambos bandos estaban de acuerdo, ninguno pretendía ceder ni un milímetro de su espacio, ni una centésima de su tiempo, ni un gramo en el alma, ni un centímetro de mercurio del andar del corazón.
Ambos bandos estaban totalmente de acuerdo, y totalmente poco cuerdos. No se sabe con exactitud, cuales eran los intereses en ambas regiones, pero de seguro que uno quería estar en el otro, y el otro en el uno. Pasaron las semanas, y las luchas continuaban, con grandes batallas, y la gente comenzaba a darse cuenta de lo que acontecía por esas regiones, sin embargo, ya no había forma de entrometerse y era cuestión de tiempo para saber como terminaría esa guerra. Como todos sabemos en las guerras, salen camiones de heridos, partes de muertes y sobre todo, inválidos, lisiados, que no son ni una cosa ni la otra. Pues, para muertos les sobra una pierna y una brazo, y para vivos les falta otros tantos. Aquí, o allí, no aparecían tales partes ni noticias, y el mundo comenzaba a darse cuenta de que esta guerra esta algo totalmente incontrolable, al menos desde afuera. No había forma de ayudar, de apoyar ni de aliarse a unos u otros.
Desde afuera, millones esperaban por ingresar a la guerra, acostumbrados a esas circunstancias y procedimientos, y se inquietaban al ver que el costumbrismo en el orden temporal de una guerra no se cumplía y que se desviaba aún más de lo común. Desesperados emprendieron una campaña contra la guerra limpia, promocionando todo tipo de armas. Propagandas incentivadoras para sumarse a la supuesta defensa del indefenso y del honor del hombre de la humanidad.
Cada tanto podían verse aquellos combates, cuerpo a cuerpo, era individuales y solían esconderse. Por ello, creo yo, era difícil divisar aquellas situaciones. Aún así algunos se las ingeniaban, envidiosamente para sacar algunas conclusiones absurdas. Tal situación llegó a tal punto límite al cabo de unos casi cuatro meses, que se había gestado otra guerra. La de los de afuera contra la propia guerra. Recordando viejos dichos añejos y sabios, alguien decía que hay guerras y guerras. Están las que provocan muertes, dejan en las historia heridas y profundos cortes abismales. Pero también están las guerras pacíficas, que simplemente provocan vida, dejan historias sin final y profundos cortes abismales como un rompecabezas que se entrecruzan, sin poder divisar esos abismos supuestos.
Desde afuera, se organizaron, y claro, dos bandos son mucho poco menos que otros tantos, sobre todo cuando ambos bandos principales no se enteran del exterior, ni tampoco les interesa. Desde afuera, se organizaron, y comenzaron a arremeter, a provocar y persuadir, para generar ira, generar confrontamientos y pocos deseos de continuar la lucha para transformarla en otra lucha. Nunca se supo como, pero finalmente los dos simples bandos cedieron, y la invasión fue incontenible, fue indetenible e imprevisiblemente amarga. El espacio se llenó por todos aquellos que deseaban una guerra de "verdad". A la que todos estaban acostumbrados, a la que todos acuden mediaticamente y se jactan de conocer todas sus estrategias apostando finales y próximos movimientos. Como si fuese un fatality show.
Fue ahí, cuando de pronto la invasión trajo movimiento en la tierra, y lo que parecía un campo de batalla verde, se transformó en un campo desolado amarillo. Fue ahí, cuando el desierto doblegó, sin ningún tipo de continencia ni consideración. Pues así, las cosas parecían normales, era lo que todos esperaban. Pero por suerte, y aquí viene la parte menos creíble pero las mas cierta, ambos bandos que luchaban entre si, los del principio, habían corrido su campo de batalla. Claro, que sin darse cuenta, pues nombré anteriormente que no sabían nada del exterior, o mejor dicho, si sabían, pero tenían poca impresión. Por suerte, sin darse cuenta se alejaron del tumulto. Exactamente igual como desaparece un dibujo animado de una montaña de atacantes por debajo o entre las piernas, mientras los atacantes se amontonan supuestamente aprisionando al objetivo.
Pero así y todo el tumulto fue excesivamente mayor, tanto que aquella salida sin darse cuenta, provocó una incertidumbre tal como la que tiene un niño en un mercado público al perder de vista a su madre, o como la que tiene la madre, peor aún al tener que encontrar a su hijo. Pues los bandos se separaron, pero milagrosamente escaparon, sin darse cuenta, un poco por decisión propia, otro poco por el destino, de la arremetida de los envidiosos de la guerra limpia.
Están lejos ya, de la arena petrificada y los desolados parajes. Pero se han encaminado en rumbos distintos incentivados por las ganas de salirse de ese tumulto, que a último momento vieron y dieron cuenta de que existía tal cosa. Justo a tiempo. Y están allí afuera, retomando los caminos para comenzar la batalla limpia en otro lugar, para llevarla de ejemplo a otros espacios, hasta encontrar alguno que acepte que eso puede ser realidad, que no hay nada estratosférico en todo eso, y que puede haber pasto nuevo para la lucha cuerpo a cuerpo una vez mas y una vez mas y una vez mas y ...