Cdad. Bs As., Buenos Aires, Argentina
Paciente estudiante o inquieto, músico en progreso o en decadencia, escritor amateur o poco profesional, mujeres en receso o en recreo

28 agosto 2007

A duras caras - Capítulo 2: Oleame

Tragame agua, oleame.
Sumergime y despojame
de todas mi ropas y mis bienes.
Oleame, sacame sin sal,
rompeme contra una roca
y devolveme al mar,
rompeme y hundime
solo algo mas, un poco más de lo normal.

Oleame, amarrame a ti
descargate de sobre si
desparramame por tu universo
acuoso, dudoso, vanidoso.

Oleame sin pensar
en grata inmesidad.
Rompeme y devuélveme
a una playa, bajo el tibio amanecer
bajo hacia el nacer.
Bajo. Oleame, calmame.

Bajame a las rodillas
y dejame helado ante la noche
Dejame goteando por todas partes
y dos huellas y en tu arena
del fondo del mar.

Raspame, acariciame
y otra vez tragame, devolveme
y samarreame sin piedad.
Sácame todas las fuerzas,
descontrólame, para,
finalmente tener poseción total.

Hazlo, oleame solo mas de lo normal.

22 agosto 2007

¡¡¡Un feriado a las nueve de la mañana!!!

Comienzo la sección "Cosas de la vida personal" con cuestiones sucedidas últimamente. Y quizás sea un poco burda esta sección, pero al fin de cuentas, en la vida real se encuentra muchas historias dignas de ser contadas. En este espacio, muy seguramente, agregaré esas cuestiones tragicómica que suceden y melodramáticas. Por supuesto que evitaremos entrar en los detalles que sean sobre cuestiones puramente íntimas. Esto no se trata de hacer un reality show, como sucede en muchos fotologs o blogs, simplemente traducir de una manera lo más poética posible, situaciones cotidianas.

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Un lunes por la mañana, feriado, temprano. En un banco de plaza esperando. Una hora y media más tarde, aparece.
Posibilidades: 1. a la media hora tranquilamente podría haberme ido. 2. Tirarse a dormir y esperar por una aparición mágica.
Resolución: 2.
Aparece y me asusta.
Posibilidades: 1. reaccionar mal, con la sumatoria del tiempo esperado, y asestar una tremenda trompada. 2. Hacerse el ofendido, pero que no pasó nada.
Resolución: 2.
-Vamos a buscar un lugar con sol.
"Bueno", digo yo, con cara de dormido.
Llega y se sienta en un banco donde el único sol es el que se filtra por las tupidas hojas de encima del árbol de al lado.
Entonces despierto totalmente y le digo (con tono de "¿vos sos tont...?") : ¿A vos te parece de que aca hay sol?.
Posibilidades: 1. que me diga: pero "dejate de joder". 2. "Bueeeeeeno, nos sentamos ahi" (ahi es dos metros mas, donde hay solcito).
Resolución: 2.
Charlamos, tomamos mates, nos reimos mucho. Demasiado. Fue sentir todas aquellas cosas que, por un parte tenía plena confianza de que no se perderían, pero por otra parte tenía miedo de no poder disfrutarlas más.
Mi enojo inicial (a ese enojo se suman muchas otras cosas previas), se fue en pocos segundos. Cuando "no" me di cuenta, estaba sonriendo, como si hubiera perdonado absolutamente todo.
Las posiciones eran: un mate, mochilas, termo, camperas. A un lado, "la persona" mirando en dirección hacia mi. Al otro lado, yo, mirando en dirección perpendicular a la otra persona. O sea, actitud de cero integración (de parte mía), y actitud de intento de integración (de parte de la otra persona).
Posibilidades: 1. seguir en la misma actitud. 2. que la otra persona busque otras formas para que mi actitud cambie. 3. cambiar de actitud.
Resolución: 2.
Evidentemente, no se si por inquietud o por que, pero dicha persona se para y comienza a caminar de un lado para el otro, haciendome de parabrisas a mi mirada. Al cabo de un tiempo, me recuesto (me tiro para atras), me pongo mi gorro de nariz tapando mi cabeza. Comienzo a hacer payasadas, o sea, moldeo el gorro como hocico de perro y comienzo a emitir ruidos perrunos.
Posibilidades: 1. la otra persona (a la cual no veo), piensa y dice por dentro "que idiota". 2. la otra persona se muere de risa.
Resolución: 2.
Mientras tanto, quien caminaba como parabrisas, ahora lo hace centrifugamente. O sea, camina en circulos, teniendo como eje a mi. Me rodea. Como los perros cuando marcan territorio, o no se.
Mientra sigo de payasada en payasada y riéndonos de cualquier cosa. Y comienza el ritual de cantos al aire. La gente pasa, esboza una sonrisa de reojo (lease "están locos", o "que linda juventud"), se sorprende y sigue. Nos es cuestión de llamar la atención. A ninguno de los dos le interesa eso. Pero sale naturalmente. Más adelante un ejemplo muy concreto sobre esto.
La mañana se pasa, hablando de cualquier cosa, de la vida, de irrealidades, de cosas serias, haciendo chistes, haciendo caras, haciendo todo lo que sabemos hacer. Ba, excepto una cosa, pero no viene al caso.
Entre toda esas cosas, jugando con las hoja secas, las ramas y demases. Tengo una atracción en el hecho de arrojarle objetos, sobre todo de esos diminutos que se desarman en el aire, como conjuntos de pastos, conjuntos de hojita, conjuntos de ramitas. A la otra persona no le molesta, pero si, se hace la que si. Pone caritas y usa eso "nooo", mezcla de pregunta, de queja de nene, de ufa. Que lastimas que las caritas sean tan díficiles de describir. Pero sino perdería la magia (algún día describiré las caritas, porque son únicas, y siempre fueron las mismas desde que nos conocemos).
Posibilidades: 1. decirme "para...!". 2. no hacer nada y quejarse, aunque dejándose.
Resolución: 2.
En un momento, decido taparme la cara con mi campera (el sol me molesta). Pero la otra persona aprovecha para descargarme (sin que me de cuenta), toda la mezcla de ramitas, hojitas y piedritas sobre mi ser, que había recolectado en la tapa de su termo y estaba cocinando (esta última ya es la fantasía realista).
Al darme cuenta (después de largo tiempo),
Posibilidades: 1. Sumar esto al enojo acumulado inicial (el cual se me había discipado). 2. Hacerme el enojado pero no enojarme, reirme e intentar devolverle la travesura.
Resolución: 2. (a medias, no me animé a devolverle la travesura por completo y con énfasis)
Llegando al fin.
El mediodía ya es demasiado notorio, son pasadas la 1 de la tarde. Tenemos que hacer cosas, pero el día esta hermoso, el momento es muy divertido, no da para irse. Peeero, la otra persona dice "¿vamos?, tengo que hacer bla bla y bla y bla". Yo también tengo que hacer tanto, pero muy inconciente quiero alargar el momento. Me quedo tirado aún, haciéndome el sonzo. Pero insiste.
Posibilidades: 1. Quejarme, discutir. 2. Ceder y conceder el deseo.
Resolución: 2.
El camino de regreso invita a patear piedritas, algo que me siento orgulloso de haberle inculcado. Y me acompaña, asi que el nene (yo), re contento. Las piedras se caen, pues la otra persona finalmente por su tosquedad, tira las pelotitas piedras a las alcantarillas o huecos imposibles. Entonces, cantar es lo que siempre hicimos, juntos. Y eso precisamente sucede.
Lo increible y más lindo, es que, no nos damos cuenta de cuanto no compenetramos, y lo hacemos fuerte. Lo más lindo es que de pronto una abuelita con su nieta, que camina mas lento, al pasar al lado de ellas, nos mira con cara sonriente de abuela y expresa su alegría ante tal suceso que ambos llevamos a cabo. "Así tiene que ser la juventud, alegre, sonriente, cantando. Que lindos se los ve" (con tono de abuela y en dirección a la nena). La nena se ríe también, pues, le resulta familiar nuestra actitud. Por supuesto, es una actitud típica de su edad, pero para nada típica de la nuestra!.
Aquí no hay posibilidades ni solución. Simplemente una conclusión. Hay cosas que simplemente se logran de a dos. Hay cosas que son únicas. En soledad, por supuesto que se logran también, pero en compañía se potencian y adquieren mejor forma. Son cosas maravillosas. La solución, habrán notado, siempre fue la 2., y en consonancia, siempre de a dos.
Para terminar, nos despedimos. Yo, timido, deseo decir algo mas que chau, pero veo como se va caminando. Cuando está a 10 metros grito: "heyyyy!"... Se da vuelta...
Posibilidades: 1. Mover la mano como saludando y seguir su camino. 2. Darse vuelta y volver corriendo.

19 agosto 2007

A duras caras - Capítulo I: El rito

¡Que gran grito se le zafó!
cuando oyó las escaleras.
Mientras esperas que vuelva
la gotera y te acalambre los oídos,
mientras esquivas las última gota
que está agujereando tu espalda.

El rito de la espera esta sucediendo
y sin pensar ni querer ser más,
has estado solitario.
El dueño resuelve a su criterio,
y golpea las patas de la mesa
con gran destreza que rompe
el tablero y deja diluir en el suelo
todo aquel líquido desenfrenado
y raro sin forma para poder tomarlo,
en las manos.

El sitio que eljiste se parece,
a lo que menos te apetece
y a los que resulta ser ofensivo
y deprime al más efusivo
cuando el cerrojo se traba
y rechina una llavero vecino.

El suelo que ha estado sitiado
ahora esta desorbitado.
No contiene huellas, sino más bien,
el polvo remarcado por el fantastama,
en el aire y las cortinas,
en el viento por el asma recitado
y los huecos en las voces allados.

18 agosto 2007

A duras caras - Prólogo

La roca del dolor,
fueros, deletreos rotos.
Cabizbajos en sus tronos
los reyes resuelven
las leyes y sus descendientes
en formol, en derrochas.
En garrochas lastimosas
y sables sabrosos.
Silencios pecaminosos
en un laberinto dual.

Letrinas sin tapa ni adornos,
con soles inferiores
y olores sentimentales,
de los que causan comezón
cuando recuerdas en risas
y sumisas celestes listas
de papeles, sin higiene,
sin deleites y retorcidas.

Levántese y súplase
cuando no encuentra la salida
de emergencia y sin urgencia
que sobrepone en gordos, sordos,
galopes, trotes y,
váyase cuando no se vea
en los vidrios rotados,
y sóplese cuando no sienta
ni el suelo, ni el dolor en la entrañas
de las espinas de piedras.

16 agosto 2007

Tres tiempos de un sueño

Esto es de hace un tiempo, pero recién lo subo ahora. Algún día completaré el tercer tiempo, futuro, del sueño.
Tampoco es un cuento, aunque esté en esa categoría del blog.

Ayer soñé que te besaba, eternamente. Que los labios se transformaban en enes dimensiones. Que los dientes abrigaban ese aliento para que no se escapara. Que la lengua mantenía aireoso el gusto. Los ojos se dormían, o mejor dicho, se adormecían. Las narices se solapaban como los engranajes de una máquina de ternura. Las orejas eran privilegiadas testigos de tanto semblante. Los ceños al contrario de lo normal, estaban totalmente dispersados, relajados, sin ensañarse. Las frentes se miraban continuamente, e incrédulas, seguían mirándose. Los cabellos se estremecían, entre otros diez cabellos más gruesos.
Tras las glándulas gustativas, convergían increíbles situaciones. Todas difusas, pero ninguna confusa. A veces eran caballos, tropillas y tropillas de tropillas. Otras, arroyos, ríos y afluentes de afluentes. Como una lupa que mira un punto y luego se aleja, comenzando a ver millones de puntos. Como ver tu casa desde el espacio, y alejarse hasta ver la casa de tu casa de tu casa.

Muchos momentos eran pájaros que volaban y se cruzaban con otros, entonces ya no seguías esos, sino los otros. Pero estos atravesaban otra bandada, entonces estos, diferentes de los anteriores, reacaparaban la mirada hacia otro lugar. Y luego, pasaban otra especie, que se dirigía en otra dirección. Y hacia allí se dirigían nuevamente los ojos. Hasta que llegaba a un lugar, una inmensa laguna, como un mar, donde estaban todas aquellas inquietas aves.
En ciertos momentos, no había imágenes, solo olores. Y allí se entremezclaban millones de aromas y sabores. Estaban rosas y dulces, poleos y licores, bosques y mares, humos y brisas. Y estaba ese olor, tan maravilloso, sin nombre, sin descripción, pero con únicos y propios dueños. Y allí se acababan los sueños, porque no era uno, eran varios. Encadenados. Allí me desperté y me pregunte: ¿Era un sueño?

…Aunque no esté, intento estar, aunque no estés intento estar, aunque no estés querés estar, aunque no esté, querés estar. Se qué, no se por qué, pero sé que te levantarás y querrás hacer algo por vos. Y no sé en que parte de ello, leerás esto. Si antes de empezar, si en el intermedio o al finalizar. Aunque no lo sepa, lo hago igual.

Quién no intenta, no sabe luchar por lo felicidad, pero quien intenta tampoco, porqué la felicidad no se intenta, se quiere. Las luchas son paciencia. Las luchas también son perdidas. Las luchas son hirientes. Las luchas son reconfortantes. Las luchas son... son como la vida misma. Y la vida..., quien soy yo para decir que es la vida. Pero muchas luchas son una batalla, y muchas batallas son una guerra. Que fea comparación.
Empecemos de nuevo. Las luchas son inquietudes. Las luchas también son búsquedas. Las luchas son proyectos. Las luchas son reconfortantes. Las luchas son... son como la vida misma. Y la vida..., quien soy yo para decir que es la vida. Pero muchas luchas son una sonrisa. Y muchas sonrisas, son una lucha. Sonrisas para la salud, sonrisas para la juventud, sonrisas para el amor, sonrisas para el descreimiento, sonrisas para sobreponerse, sonrisas para quererse, sonrisas.
Ayer no soñé. Dormí tan profundamente que no soñé. Estaba tan cansado que no sabía como empezar y me quedé dormido. Es que ya había soñado. Estaba tan cansado, cansado físicamente, cansado mentalmente. Pero hay algo que nunca se cansa: el corazón. Y la gente no me cree. Y piensa que soy estratosférico. Y yo le digo a la gente que tan equivocada está. Que no soy el que nunca se equivoca, porque puedo pisar la misma tierra que vos, porque puedo tocar las mismas cosas que vos, porque tengo los mismos deseos que vos.
Era un hecho que necesita internarme en la profundidad de una almohada, que me esperaba impaciente para compartir mi sueño. Cuando vio que me sumergía hasta sus profundidades, hasta lo más oscuro, se puso mal. Se acurrucó, se enfrió, se arrugó y se impacientó. Miró para otro costado. Pero al tiempo, cuando estaba a miles de kilómetros de la superficie, se dio cuenta que estaba sosteniendo su cabeza. Que le estaba brindando una placentera profundidad al descanso. Y que eso era lo que necesitaba. Se dio cuenta que solo tenía que estar callada en su lugar, facilitando sus sueños.
Al despertarme, la almohada estaba ahí como todas las mañanas. Tantas vueltas, tantas veces, se cayó de la cama, producto de mis inquietas apariciones de noche. Pero siempre resolví que era mejor que volviera, por eso siempre la agarró y la acomodo. Porque no puedo dormir sin almohada.
Y como siempre, abrí los ojos, la vi bajo mis párpados, los volví a cerrar, la abracé, y continué.

13 agosto 2007

Perdidas, decisiones, ideas

Hacerse la idea de que podrías perder a una persona querida tomando una decisión, te hace sentir como si estuvieras saltando convincentemente desde el muelle -con sus minimamente cinco metros de alto- para luego echarte a nadar hasta una orilla nuevamente (si llegás), subir y pasar caminando cerca del muelle, mirándolo desde lejos y pensando: "cuando te dejé, cuando mis pies se desprendieron, no sabía si volvería a verte y a sentirte". Hacerse esa idea causa escalofríos. Llevar a cabo la idea, te hiela el corazón.
Tomar una decisión equivale a ... no tiene equivalencia a nada, todo en la vida es una toma de decisiones. Hasta dejarse llevar por la suerte es una toma de decisión, haber decidido dejarse llevar por la suerte. Creer que lo que te sucede no es culpa tuya es una decisión, tu decides creer eso y no otra cosa. Olvidarte de algo es una decisión, sino te hubieras acordado. Pero hay decisiones que pueden determinar un desencadenamiento de decisiones incontrolables. Un efecto atómico, que solo puede ser frenado por otra decisión.
Es el caso de un ser querido, demasiado querido. Es el caso de un ser distinto, increíble. Por eso mismo, poco creíble a uno mismo de haberlo encontrado (a ese ser). Simplemente que a veces para no perder a un ser querido se debe perderlo por un tiempo. Y eso es una toma de decisión. Alguien preguntaría: ¿cómo haces para decidir perder a tal?. Difícil de responder.
Para perder a alguien por propia decisión primero tienes que evitar todo contacto (teléfono, internet, calle). Ese es el primer paso, el cual no es muy difícil. Solo tienes que decidir no hacer tal o cual cosa. El segundo paso se trata de controlarte cuando quieras corromper el primer paso. Pues de ese modo estarías haciendo un retroseso en la toma de decisiones. Una involución atómica. Controlarse a uno mismo es complicado. Controlar a los demás es una tarea que ejercemos diariamente, pero controlarse no. Pues, este es el momento en el que aprendes. Al principio fallas continuamente, yendo del paso uno al paso dos constantemente, durante un prolongado tiempo. Pero llega un momento en que ese traqueteo de un lado a otro, cansa. Entonces es cuando tu decisión, la de dejar de ir a venir se hace presente. Decides aplicar y llevar a cabo, has aprendido a controlarte e inmediatamente pasas al paso tres.
El paso tres consiste en tratar de borrar de tu cabeza todo recuerdo de tal persona. Si hay cuestiones materiales, tratar de eliminarlas. Las mas difíciles son los compartimentos sentimentales. Aquellos donde se acumulan cuestiones compartidas entre ambos. Esas son las últimas en intentar vaciarse. Este proceso se parece mas a un desalojo de vivienda. Tu eres esa familia necesitada, que sabes que estas ahí ocupando un sitio que no es tuyo. O quizá si es tuyo. Quizá si te pertenece, porque en el fondo los espacios son aptos y abiertos a cualquiera. Pero en fin, no todos ven eso y por ello (sumado leyes y costumbres) proceden al desalojo. El desalojo es justamente un decisión contra tu propia voluntad.
Una vez concluida la tarea de autodesalojo ya estas exhausto, cansado física, mental y sentimentalmente. Y es muy probable que halla quedado polvo, elementos y cosas olvidadas y tiradas. Es posibles que no halla podido sacar todo. Y entonces la última etapa comienza. Se trata de irte definitivamente, se trata de tomar la decisión final, la que por tu bien y la del otro, pueda generar un final pacífico a tu alma.
Pero es justamente esto último lo que no es posible de lograr. Primero, el alma no tiene fin y segundo, aún tratando de ser pacífico, siempre existe un poco de violencia en uno mismo. El hecho de generar es algo muy conmovedor, pero algo incoherente. Generar también es una decisión, es decidir realizar determinado acto para producir determinada cosa.
Ese acto se llama olvidar. Y la producción se llama paz.
Cuando ha pasado un largo tiempo y el proceso culminó satisfactoriamente (según crees), poco a poco empiezas a extrañar esos momentos en los que hacías todos los esfuerzos por cumplir al pie de la letra cada paso, y comienzas a recordar.
Recuerdas cuando tomaste la decisión por primera vez y dijiste: "No creo poder lograrlo". Recuerdas cuando te cansaste del vaivén y dijiste: "Me canse, ahora si". Recuerdas cuando empezó el desalojo paulatino, que al principio sacabas cosas de manera despiadada porque sobraba el espacio en los conteiners, pero que luego no sabías donde meter tantas cosas. Te estabas dando cuenta de que eran demasiadas y muy valiosas las que estabas o intentabas tirar. Pero en ese momento, a mitad de camino, decías: "Ya es tarde para pegar la vuelta, ten fuerza para seguir". Recuerdas que empezaste a esconder tales cosas por cualquier lugar, donde solo tu supieras donde estaban, para ir a buscarlas en algún momento, recuperarlas y tirarlas en otro lugar. Y recuerdas cuando pensaste que habías terminado, veías toda aquella construcción barrida y decías: "Ya no tengo mas trabajo aquí, es hora de irse". Y comenzabas la caminata, lenta, larga, silenciosa y cada tanto dabas vuelta la cabeza para ver por última vez ese espacio. Pero cuando ya estas lejos, aunque te des vuelta, ya no lo ves mas.
Y cuando finalmente estas demasiado lejos y extrañas lo que hacías, vuelves corriendo para terminar el trabajo. Y cuando llegas y ves que tiene un cartel de "vendido", lloras desconsoladamente. Te sumerges en el pasto de enfrente y quieres ahogarte entre tus lágrimas. Y te das cuenta que debes estar mas de un mes para llenar ese hueco y quedarte burbujeando bajo tu lecho de agua sal. Entonces decides esperar hasta la noche. Nadie te ve, y entras. Empiezas a buscar en todos los lugares donde habías escondido todo eso que era grande y no cabía en los remolques, para tomarlos definitivamente y tirarlos en el lugar mas próximo que puedas. Haces un descalabro, y cuando al fin estas afuera con todo eso, te das cuenta de que es imposible tirar todo eso. Y recuerdas nuevamente que el paso tres no se trataba de hacerlo, sino de intentarlo. Y te golpeas la cabeza por haber diseñado tan mal el plan, todo por un simple verbo. Pero esa fue tu decisión. Tu decidiste intentar y no hacer definitivamente.
Y cuando vuelves en si mismo, te das cuenta de que tras toda esa montaña puedes hacerte la idea de recuperar a una persona con el simple hecho de tomar un decisión. Mientras tanto trata de ser paciente, porque desde un polo al otro, debes atravesar bosques, desiertos, ríos, mares, y nunca sabes si te quedas a medio camino, si vuelves, o si llegas al final. Porque no sabes que solo llegando al final puedes volver a retomar lo que dejaste alguna vez.
Las decisiones que duelen solo requieren de paciencia infinita para comprenderlas. El tiempo se encarga del resto. Eso también es una decisión.

04 agosto 2007

Las dos piedras

Pudieron haber sido de la misma cantera, pero en realidad simplemente eran de la misma zona. Disímiles, bien distintas. Sin embargo se encontraban a pocos kilómetros una de la otra. Por el suelo, el polvo serrano, sus cuchillas al viento y el sol hace árida la tierra y la somete hasta desparramar en ella un sollozo feroz.
Allí las piedras son simplemente un objeto expuesto a las inclemencias de la naturaleza, pero también del hombre.
Por donde quiera que sea, puede pasar un carruaje y hundirlas, pasando ellas a formar parte de un camino que lleva a cualquier parte y conlleva destinos. También puede pasar algún motor moderno, y dejarlas llenas de humo gris y porquerías extra naturales. O una sandalia, un zapato o una bota, que finamente y sin querer posa sobre ellas un paso de entre tantos hacia algún lugar.
Las dos piedras sobreviven a todas situación, sobre todo si tenemos en cuenta que conviven con millares de otras piedras. Una gran población, ruda y sin tapujos para desbarrancar a otras. Aquí sobreviven las piedras, en el amontonadero, como chatarras. Acomodándose a veces entre ellas para dar lugar a algo nuevo o chocándose para producir una catástrofe.
Puede ser parte de una mano para herir o de un pie para pasar el tiempo de otros. Tantas cosas pueden ser las piedras que nadie se le ocurre ni siquiera que estamos rodeados de ellas. Que están en muchas paredes de nuestros edificios, en las plazas, en las veredas y las calles antiguas.
Pero así como tan negras vemos las piedras, muchos las utilizaron como gran demostración de arte. Como los ancestros que sobre ellas tallaban dioses. Tallaban su historia, dejaban huellas de figuras y mas figuras. Símbolos por todos lados. Significaciones y millones de adornos de piedra. Columnas, paredes, arcos, techos, cimientos. Todo.
Las dos piedras se conocieron en el bolsillo de una mochila, bajo el cálido sol del atardecer, tras largos recorridos sobre las espaldas. En la oscuridad del bolsillo se friccionaron sin verse, hablaron, golpearon y hasta cantaron en pequeños sonidos mientras viajaban hasta el próximo destino. Cuando saltaron a la superficie para descansar un poco se vieron y se rieron de tanta diferencia entre ellas. Pero al fin y al cabo, eran dos piedras, similares en forma, dureza y grandeza.
Una era bien blanca, brillante, con la luz reflejando por cualquier parte. Podría haberse confundido con un metal precioso, pero al mismo tiempo opaca, de un blanco de pared y con algunos recovecos llenos de polvo. La otra era grisácea, con pecas negras, muy lisa, casi ovalada. Opaca, pero con tintes brillosos entre sus pecas, con pequeñas incrustaciones de una luz que rebotaba por sus lados cóncavos. Un piedra acostumbrada a la tierra, a revolcarse, y por ello su color, para mimetisarse entre los suelos polvorientos y los caminos pedregosos.
La blanca necesitaba un labado de cara. Al cabo de hacérselo vio su cuerpo tan brillante que el espejo era una fuente de energía solar más. Nunca había creído todo eso de no ser porque la otra piedra le insistió en hacerlo. Así, devolviendo los favores, la piedra blanca le pidió a la negra que se dejara frotar un poco, que seguro saldría algo de luz allí también. Pero la piedra gris se rehuso, aduciendo que eso sería inútil, ya que así había sido toda su vida y no veía razón por la cual cambiar. La blanca no huyo ante tal postura y en cambio continuó alabándola para demostrarle cuanto podía valer su brillo ante sus ojos. Le comentó que dentro del bolsillo de la mochila veía unos pequeños puntos en la oscuridad delante de ella, y que no podrían venir de otra parte que de su corteza pecosa. Que esos eran sus ojos que podían iluminar cualquier oscuridad y al contrario de ella, que era toda blanca y la luces se amalgamaban tan rápido en su piel, ella nunca había podido ser una luz dentro de un lugar sin sol. Pues que lo que a simple vista parece, a veces no es tan fácil de lograr, ni tampoco tan difícil de entender.
Solo bastó un poco de soledad. Tanto la gris como la blanca se apartaron. El viajero vio a una y la puso en el bolsillo de siempre. Al no encontrar la segunda, decidió continuar su viaje con una sola. A unos cuantos metros de haber comenzado se topó con la otra y aliviado la tomó en sus manos y la metió en el otro bolsillo. Ambas piedras no sabían que seguían el mismo viaje y creían que ya no volverían a verse. Ambas piedras meditaban profundamente acerca de las palabras de la otra. La grisácea antes alejarse le contestó a la blanca con palabras escuetas pero que dejaron a la piedra desconcertada por tal respuesta. Simplemente le habló de que nunca se había topado con una piedra de tales características, que simplemente no creía que existían y que menos aún pudieran decirle a uno lo que le había dicho acerca de su brillo escondido. También le mencionó sobre su brillo innato y natural, que no necesitaba mas que aceptarlo, pues eso haría que pudiera servir de guía en la oscuridad.
Una en cada bolsillo mantuvieron caminos distintos, pero el mismo a la vez. Sin saberlo continuaban una al lado de la otra, separadas por una pared de otros tantos elementos, los cuales no tienen importancia. Pero ambas seguían en el mismo carruaje y tras la misma espalda que las sostenía y que desconocía la historia que había transcurrido y transcurría al haberlas tomado en algún momento, simplemente por el gusto y atención que le habían causado.
Hoy las dos piedras descansan en algún sitio. Llegaron a alguno, no importa cual, lo que importa es que cuando se bajaron, se toparon e inmediatamente dejaron de lado su grandeza y su rigidez y se abrazaron para permanecer juntas. Ambas quería volver a saber de la otra, al menos para agradecerse por las palabras que las intimidaron. Pero gracias al viajero que las recogió en algún momento y las mantuvo en el mismo camino, ellas siempre estuvieron juntas, aún sin saberlo. Quizá fue el deseo, y esa soledad necesaria en algún momento. También fueron estas dos cosas las que unieron nuevamente a ambas.
Cuando se acercó la primera noche, blanca brillaba enrojecida de timidez y gris apuntalaba con sus puntitos luminosos la timidez final. Una sumatoria de tímidas caras que se sumergieron para dar lugar a una luz propia, y sin necesidad de esconderla, aún en la timidez que la provocaba. Cuando salió el sol por primera vez, las dos piedras eran una sola. El calor de sus timideces y de sus luces y abrazos, las había forjado en una sola, juntando ambas propiedades e historias pasadas. La piedra final también dejo de ser rígida, porque el calor las había ablandado, pero seguían manteniendo su firmeza con un toque de elasticidad. Pero su grandeza había aumentado, y ahora ya no cabían en la mochila de aquel ángel que las condujo, cuidó y unió. Ahora necesitaban otro espacio mas amplio. Ambas salieron al mundo en busca de su propia compartida historia.