Cdad. Bs As., Buenos Aires, Argentina
Paciente estudiante o inquieto, músico en progreso o en decadencia, escritor amateur o poco profesional, mujeres en receso o en recreo

14 octubre 2007

Lamentos suburbanos

Por los costados de la ribera,
sobre las baldosas quebradas,
al lado del camino de las hormigas,
y de las olas que sesean timidonas.
Por los senderos de polvo airoso,
de lo cielos nubarrosos y quietos,
de colinas alejadas y brillosas,
por los caminos indecisos.

En los pastos altos, en las alturas,
sobre el tallo, está la abeja.
En los bajos, por sobre el calor,
está la serpiente semi durmiente.
Con los ronquidos de la media tarde
y los espasmos de las nubes,
con el sol agujereando lo carriles
por dos se mueven los rayos,
las luces eternas y lo equilibrios.
Con la humedad que acaricia
y las piedras que salpican,
que manchan de sudor en la camisa
y en la cornisa del cuello.
Las mangas desdichadas
y los botones que gotean.

Ya no respira la cortina,
con la ventana abierta y el viento.
Ya no se caen los papeles
cuando filtra la brisa matutina.
Sólo el polvo se emana y
hierbe por el calor humano.
Asciende hacia el cielo y los ojos
acompañan su viaje.

Los viejos tirantes del cortinado
boquiabiertos se traban y no pueden caer.
Las manos sudosas secan
y los llantos lastimosos cesan.

02 octubre 2007

La multitud

En las alturas de la senda
y sobre los pastos altos, levitando,
cuando te posas en la ventana de un baño,
en el campanario de la iglesia,
en el descanso de escalera,
entre las líneas de la calle,
cuando el semáforo está en rojo,
estas separado de la tumultosa muchedumbre.

En el invierno resquebrajante
o sobre la superficie arenosa del sol,
en los conductos callejosos
o en la madrugada de la gran avenida,
en los árboles del parque cerrado
o en tu cabeza mirando al cielo estrellado,
es la soledad escapista de tu propio cuerpo .

Sustentos de cristal,
capitales del azar,
animales ciegos y sin tacto,
lentos ropajes de asalto.
Letrinas y estantes,
calibres temblorosos,
modos simples de pensar
en la cantidad desmesurada
de humanindad derrumbada.

Pasos que se duplican
y felicitan a sus perseguidores,
temores y soles abrazados
con órbitas descalzas
y solapas en sus arduos brazos.

Ligeros sabores, libros,
salón de miles de escaleras,
peldaños antiguos,
ruidos de quiebres
de cadenas imaginarias,
nada de temer a la maquinaria,
a la que mueve tu asma,
tu alma y tu silabeo.

Tumultos, demasiadas huellas
que seguir y entender.
Insultos a la intimidad y
dibujos borrosos y milagros,
sales de azucar
y sales sin pensar,
solo corres y pierdes
contra la inmensa masa,
la manza que no se mueve
pero te sumerge y adhiere
como si estuvieras de acuerdo
a ser un tumor del tumulto.