A duras caras - Capítulo I: El rito
¡Que gran grito se le zafó!
cuando oyó las escaleras.
Mientras esperas que vuelva
la gotera y te acalambre los oídos,
mientras esquivas las última gota
que está agujereando tu espalda.
El rito de la espera esta sucediendo
y sin pensar ni querer ser más,
has estado solitario.
El dueño resuelve a su criterio,
y golpea las patas de la mesa
con gran destreza que rompe
el tablero y deja diluir en el suelo
todo aquel líquido desenfrenado
y raro sin forma para poder tomarlo,
en las manos.
El sitio que eljiste se parece,
a lo que menos te apetece
y a los que resulta ser ofensivo
y deprime al más efusivo
cuando el cerrojo se traba
y rechina una llavero vecino.
El suelo que ha estado sitiado
ahora esta desorbitado.
No contiene huellas, sino más bien,
el polvo remarcado por el fantastama,
en el aire y las cortinas,
en el viento por el asma recitado
y los huecos en las voces allados.
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