A duras caras - Prólogo
La roca del dolor,
fueros, deletreos rotos.
Cabizbajos en sus tronos
los reyes resuelven
las leyes y sus descendientes
en formol, en derrochas.
En garrochas lastimosas
y sables sabrosos.
Silencios pecaminosos
en un laberinto dual.
Letrinas sin tapa ni adornos,
con soles inferiores
y olores sentimentales,
de los que causan comezón
cuando recuerdas en risas
y sumisas celestes listas
de papeles, sin higiene,
sin deleites y retorcidas.
Levántese y súplase
cuando no encuentra la salida
de emergencia y sin urgencia
que sobrepone en gordos, sordos,
galopes, trotes y,
váyase cuando no se vea
en los vidrios rotados,
y sóplese cuando no sienta
ni el suelo, ni el dolor en la entrañas
de las espinas de piedras.
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